El Castigo Llega a Hell's Kitchen

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Cocina del Puerto del Infierno . Nueva York . 01:15 AM .

A esa hora de la noche, la gente de bien duerme. Aún así, sin embargo, algunos están despiertos. Aprovechando las sombras para llevar a cabo sus turbioseguros.

Esa es la terrible y oscura realidad que tiene que convivir con los habitantes de Hell's Kitchen. Y aunque el juez conocido como Daredevil logra marcar una agradecida diferencia. Saben que solo es una cuestión de tiempo que en cualquier momento se produzca un disparo, o que la sirena de un coche patrulla los arreglos de ese plácido momento a modo de  cruel despertador. 

Uno de esos peligrosos trasnochadores es Wally Waid. Quien apura el cuarto cigarrillo de la noche. Pero la nicotina no logra calmar su frustración. 

Deja caer la colilla en el suelo y enciende otro. Mientras él está a la intemperie, sus colegas juegan al blackjack en la cálida garita. 

Los faros de un BMW se dejan ver entre los contenedores. Wally no espera ni a que puertas se abran para abrir su boca.

-Espero que el carámbano que se me ha formado en el culo merezca la pena. ¿De qué querías hablarme en persona?

Wally sigue sin poder aguantar la mirada de viejo zorro del enclenque hombrecillo que actúa como representante de los hermanos Lavrov. Aquellos que han sido testigos de un récord y un contratista para el puesto que en su día pertenecen a Turk Barrett. El crimen siempre está presente.

-Tenemos el nuevo envío de Sochi listo-previsto mientras espera que Alek y su fornido guardaespaldas se coloquen enfrente suya.

 -De eso precisamente queremos hablar ... Se acabó, Wally. Los lavrov abandonan la cocina del infierno. Se vuelven a Rusia.

Wally está a punto de soltar una histérica carcajada. Pero el rostro de Alek ni se inmuta. Nunca ha bromeado ... y no hay que ir a empezar ahora.

-¿Pero por qué?

-No están seguros. Alguien nos dice que está muy complicado desde hace un par de semanas.

-¿Son los irlandeses? ... ¿O esa asquerosa banda de motoristas?

-No ... Es solo un hombre ...

-Espera ... ¿No será el Diablo? ... ¿Los Lavrov tienen miedo de unos cuantos bastonazos? -Wally no se muerde la lengua. Ahora mismo solo puedes pensar en qué hacer sin ese trabajo. ¿Otra vez se verá obligado a un huir de los acreedores?

-Ojalá. Pero este no hace prisioneros ... 

-¿Así que esto es todo? ¿Y qué haremos ahora? ¿Qué va a pasar con todo esto? -las nerviosas gesticulaciones de Wally querían abarcar toda esa zona del puerto. Dedicada al tráfico humano.

El móvil de Alek vibra y al momento ya está respondiendo a la llamada. Pero lo que le dicen tras la línea, hace que su rostro por fin muestre algo: miedo.

-¿Qué ocurre? -pregunta, sin poder evitarlo, Wally. Pero el hombrecillo parece haberse olvidado de él y se gira para hablar a su gigantón guardaespaldas.

-Los Lavrov... El coche que los llevaba al aeródromo tenía instalada una bomba... -escupe las palabras como si no se las creyera- Es él.

Wally abre la boca para preguntar a quién se refiere cuando ocurre.

El proyectil traspasa la cabeza de Alek de lado a lado con macabra precisión. Wally ve las esquirlas de huesos y pedazos de masa encefálica que la acompañan. Pero apenas tiene tiempo ni de sentir las náuseas. Otro certero disparo derriba al gigantón (a quien no sirvió de nada el haber sacado su arma de la cartuchera).

UCM EXTENDIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora