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La castaña estaba jugando con su lápiz. Una de las orillas mostraba la marca que habían dejado sus dientes sobre la madera, y la goma estaba a punto de llegar a la parte metálica. Por supuesto, Lilly tenía otras cosas en la cabeza que el estado de su lápiz.

Hacía dos días desde que había tenido aquella accidentada plática con el grupo de amigos, y como suponía, tras todo ese asunto ninguno se había dignado a acercársele. Ni siquiera Antonio.

Los descansos se habían vuelto aburridos. Incluso la compañía de las historias que había estado leyendo por su celular, era insuficiente para alguien que había vivido tanto tiempo siendo apreciada por los que la rodeaban.

A pesar de ello no se dejo vencer. No quería la lastima de nadie, y mucho menos estaba lista para pedir perdón a las demás chicas por algo que no había cometido. Lo iba a afrontar y superaría las dificultades, aunque tuviera que hacerlo sola.

—Disculpa, ¿Tienes un lápiz que te sobre? Mi lapicero acaba de romperse y no traigo otro.

La afelpada voz hizo que la castaña alzara la vista. Quien le había dirigido la palabra era Sonia.

—Eh, un lápiz. Déjame ver en mi estuche—. Lilly tomo su estuche y rebusco en el con renovadas esperanzas. Tal vez no estaba todo perdido... o puede que sí—. Lo siento, ya no me queda otro.

—No hay problema. Gracias de todos modos—. La tímida sonrisa de la muchacha hizo que el corazón de la castaña se encogiera.

Era la primera vez que Sonia le dirigía la palabra en clase, y le había quedado mal.

—Toma Sonia. Puedes usar este.

Desde la segunda fila de hasta adelante, Antonio volteó y le tendió un lápiz nuevo a su compañera. La tímida morena asintió y se lo aceptó, mientras Lilly le dedicaba una rápida mirada al chico.

No estaba segura, pero le dio la impresión de que el procuraba mucho a Sonia.

Esos pensamientos hicieron que bajara la mirada y se concentrara en los ejercicios de matemáticas que les había puesto el profesor. Como siempre, las letras y los números saltaron por toda la hoja, burlándose de ella y de su incapacidad para resolver un problema de algebra.

Tras varios minutos, Lilly ya estaba a punto de romper la hoja del cuaderno, y lanzársela al profesor en la cara. Por fortuna, la campaña del descanso le quito esas intensiones.

La mayoría salió del salón corriendo, pero ella se encontraba tan deprimida que guardo sus cosas y, tras sacar el dinero para su comida, siguió a los demás.

La castaña no perdió tiempo y fue hacia la cooperativa. No quería quedarse sin los enchilamolletes que tanto se le habían antojado. Además, su madre le había avisado que ese día iba a llegar tarde a la casa, por lo que necesitaba comer lo más fuerte posible para poder esperarla.

El cielo le sonrió a Lilly cuando la señora de la cooperativa le dijo que todavía tenía la comida de su elección, así que pidió dos enchilamolletes, un jugo de mango y un paquete de galletas con chispas de chocolate.

Estaba a punto de pagar, cuando un fuerte empujón hizo que soltara su dinero. La mayoría cayó en el puesto de la cooperativa, pero una parte se perdió por entre las piernas de los demás alumnos.

Se estaba agachando para recogerlo, antes de que se perdiera o lo agarraran, cuando una sonora carcajada la hizo alzar la mirada.

Erika y Mayra estaban señalándola y la primera se desternillaba de la risa mientras que la otra le decía, con la ceja arqueada.

—Vaya, y yo que creí que no podías caer más bajo Liliana... pero por lo que veo, te subestimamos. Tú solita te encargaste de acabar con tu reputación.

La joven ya iba a preguntarles el porqué de sus palabras, pero en ese momento notó la posición tan reveladora en la que estaba.

A gatas. Buscando entre las piernas de sus compañeros. Con la falda medio alzada.

Eso último hizo que abandonara esa posición con una velocidad impresionante. No obstante, el daño ya estaba hecho. A ellas se habían unido otras chicas más, y todas se estaban encargando de revelar el color y las figuras que tenían sus bragas.

El dinero dejo de ser su prioridad. En esos momentos, lo único que la castaña quería era salir corriendo y esconderse en los baños más cercanos. Su cara estaba toda roja y el labio superior temblaba, pero nunca dejo que las lágrimas salieran.

Eso era lo único que no estaba dispuesta a darles.

—Bueno, ¿Y a ustedes qué carajos les pasa con Lilly? Dejen de estarla fregando o me encargare de todas y cada una, a mi manera.

Aquella voz llamo la atención de todos los que estaban presenciando el espectáculo.

De haber sido otra persona, las chicas jamás hubieran cedido su diversión, pero con ver la furibunda figura de Monse acercándose a donde estaba la castaña, estas se alejaron y los curiosos volvieron a sus asuntos.

—¿Estás bien? ¿Te tiraron? —, la castaña negó y se puso de pie, sacudiéndose la falda para quitarse el polvo que se había alojado en el dobladillo de esta—. Cada vez me caen más mal esas tipas. No puedo creer que te juntaras con ellas antes.

—Tú lo dijiste, antes—. Lilly lanzó un fuerte suspiro y agregó­—. Demonios, ya se me desacompleto el dinero para mi comida... Soy una burra. No tenía que haberles hecho caso.

—No te preocupes. Ten.

La suave voz de Sonia atrajo la mirada de las dos. La muchacha le tendió las monedas que se le habían caído, con una pequeña sonrisa.

—Creo que alcance a recoger todas, pero si quieres puedes revisarlas.

—Gr... Gracias.

—No es nada.

Con una pequeña inclinación, tanto Sonia como Monse se alejaron de ella. La última agito su mano para llamar su atención y dijo.

—Si quieres, vamos a estar en las jardineras junto al edificio de maestros. 

En la secundaria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora