27.

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—Entonces, ¿Cómo les fue a ustedes tres?

Sonia alzó ambos pulgares mientras dejaba salir una breve risita. Por su parte, Monse y Lilly se voltearon a ver y arrugaron la boca.

—¿Tú qué dices?

—Yo definitivamente me volé esta materia... Historia no es lo mío, y menos la mundial. Mi cabezota no procesa tantas fechas y lugares.

La castaña asintió al tiempo que le palmeaba la espalda. Antes de que alguien dijera algo más, Ignacio fijó su vista en Lilly y le preguntó, sin mirarla.

—¿Y a ti como te fue? ¿También reprobaste?

La chica negó, haciendo una señal de amor y paz en el proceso.

—Les dije que Historia era lo mío, aunque si me confundí con algunas fechas.

—Bueno, por lo menos en algo eres buena.

Con ese comentario, el chico dio la plática por terminada y entró al salón de cómputo, seguido de cerca por las otras dos chicas.

Solo Lilly se quedó atrás. Había recibido un mensaje mientras hacía el examen. Solo eran unas cuantas palabras, a pesar de ello la dejaron intrigada. "¿Al fin quieres hablar?". No reconocía el número y aun cuando había llamado un par de veces no le contestaron.

—¿No vienes? —, desde adelante, Antonio le hizo una seña con su cabeza.

La muchacha le dedicó una mirada ceñuda a su teléfono, y después asintió.

—¿Qué? ¿Le pasa algo al celular? Si quieres puedes usar el mío.

—No. No es eso... Me llego un mensaje al teléfono, pero no tengo ese número registrado y no me dijo quien es. Solo me puso que si estaba lista para hablar.

Con una ceja en alto, el chico se acercó hasta ponerse junto a su amiga. Aquel gesto provocó una reacción que Lilly no esperaba. La piel de su brazo se erizó y, a pesar de que no se estaban tocando podía sentir el calor que despedía Antonio.

"Y ahora, ¿Qué me pasa?... Solo es Toño, ayudándome. Como siempre... ¿Por qué no...?"

Antes de que se siguiera preguntando por aquello, el chico le señaló la pantalla y dijo.

—¿Dices que no conoces este número?

—Para nada. Es la primera vez que lo veo.

El muchacho se llevó un dedo a los labios, arrugándolos mientras su acompañante hacía todo lo posible por no verlo tan descaradamente.

Unas ligeras manchas de carmín habían decorado las mejillas de Lilly, pero ella estaba tan entretenida con los movimientos de su amigo que apenas y notó la leve subida de calor que experimento su rostro.

—Bueno, si solo te dijo eso supongo que no habría mucho problema con que le respondieras.

—¿Seguro?... Pero ya le llame dos veces y no me contesta nadie.

—Inténtalo en una hora o dos. Tal vez la persona que te llamó está ocupada.

Aquel razonamiento dejo satisfecha a Lilly. Antes de que se diera cuenta de lo que estaba haciendo, le plantó un rápido beso en la mejilla a Antonio al tiempo que sonreía con ganas.

—Ok, así lo hare. Gracias.

La muchacha se fue dando pequeños saltos mientras caminaba, dejando a su acompañante con los ojos casi desorbitados, y rígido sobre su lugar.

**

—Vamos, ¿A quién le toca ir por la botana?... No se estén haciendo mensos y ya vayan.

Monse se encontraba en su mejor racha de victorias, pero insistía en que su triunfo no estaba completo sin un par de bolsas de papas y su ya clásico litro de jugo de naranja. Por supuesto, nadie quería abandonar el juego y menos cuando ya se encontraba tan avanzado.

A pesar de ello, Lilliana se levantó de su lugar y comenzó a pasar por los lugares de todos, diciendo.

—Hagan una lista con lo que van a querer y denme su dinero... Nada más no se aloquen, que no tengo ocho brazos.

Tras un par de risas, los demás fueron haciendo lo que la castaña dijo. En poco tiempo, la joven ya tenía una buena suma acumulada además de los pedidos de todos.

Tomando su celular para hacer cuentas, la chica se fue del salón con dirección a la cooperativa. Para su fortuna ya no tenían otro examen programado, así que bien podían relajarse y disfrutar del resto de la mañana sin problemas.

Estaba llegando a su destino cuando su teléfono comenzó a sonar. Sin prestar mucha atención al asunto contestó la llamada; de inmediato, una voz que conocía muy bien le respondió al otro lado de la línea.

—Lilliana... ¿Se puede saber porque demonios estas molestando a mi madre con tus llamadas? ¿Ahora qué quieres de mí?

—Viridiana.

**

Antonio salió del lugar con dirección a su salón. Había olvidado que tenía que pedirle de regreso su cuaderno, a uno de sus compañeros. Había exentado esa materia, pero necesitaba estar preparado por si al profesor se le ocurría revisar los apuntes en el último momento.

Mientras caminaba, el chico pudo comprobar que Lilly se encontraba sentada en la misma banca donde se había topado con él en la mañana. Solo de recordarlo se encendieron sus mejillas.

Ella parecía que todavía no se daba cuenta de la influencia que ejercía en el, pero este se encontraba consciente de ello, y más en los últimos días. La chica no era como otras que había conocido y le gustaba que fuera autentica.

—Lilly, ¿Qué...?

La castaña volteó ante la mención de su nombre, dejando ver unos ojos rojos y la boca en un trazo casi recto. Aquello lo puso en alerta de inmediato. Se sentó a su lado y comenzó a revisarla.

—¿Qué ocurre? ¿Las amigas de Erika te...?

La chica negó y bajo la vista, posándola en su celular.

—Viridiana me llamo. Quiere que nos veamos para hablar.

En la secundaria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora