23.

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—Pero le digo que yo no hice nada, director. Ella fue la que empujó a mi compañera y la tiro... Si la llama, ella le va a decir cómo fue que pasaron las cosas.

—Señorita Quintero, ya me canse de estar recibiendo quejas de usted de parte de todos —, el hombre tenía entre sus manos unos cuantos papeles, que extendió en la mesa al tiempo que decía. — Primero sus problemas de conducta cuando estaba en primer año, luego los reportes de la profesora de educación física por su abandono de actividades en el equipo de voleibol, las quejas que recibí de otro par de sus compañeras y ahora la señorita Alcántara. Esto no puede seguir así. Es demasiado problemática para la escuela.

—Pero director, le digo que yo no...

—Lo siento, pero su conducta no me está dejando más alternativa que la expulsión... Se le advirtió cuando hubo ese problema en su primer año. Le dije que no iba a tolerar que estuviera comportándose de esa forma con sus compañeros y maestros, pero parece que usted no entiende con palabras.

—Sí lo entiendo. Yo no hice nada de...

—¡Basta! Voy a mandar a llamar a su madre, y le voy a explicar la situación. Lo siento señorita, pero quiero que vaya por sus cosas y se quede en el salón de espera, mientras vienen por usted.

Viendo que no lograría convencer al director, Lilly bajo la cabeza e intentando reprimir las lagrimas, se fue a sentar en los asientos que estaban fuera de la dirección. Hay, la señorita Gutiérrez tecleaba con violencia, a la par que no quitaba los ojos de un documento que estaba transcribiendo. La mujer tenía la boca firmemente apretada, y por la falta de conversación, Lilliana estaba segura de que la mujer seguía molesta por lo que le había escuchado decir, cuando iba saliendo del baño.

"Es una chismosa. Primero va y se mete donde no le llaman, y como me escucho hablándole así a Erika, luego luego se puso como loca y me fue a acusar con el director. Odio este sitio... Ni siquiera quería entrar aquí, en primer lugar. Todos son iguales."

Endureciendo la mirada todo lo que pudo, Lilly se puso en pie y pasó a la mujer con una mirada altiva en la cara. Bien, si querían verla llorar no iba a darles el gusto. Aunque miss perfecta de hielo no volviera del todo, una pequeña parte se reflejaría en ella. No iba a bajar la cabeza, y menos por algo que no había hecho.

Con orgullo, Lilly salió del edificio y fue a su salón sin detenerse. Pocos fueron los compañeros que le dirigieron la mirada, y aunque uno que otro la señalo por lo que había pasado hacía una hora, no les devolvió la mirada. Solo quería tomar sus cosas y regresar a la fría sala, antes de que su madre llegara. Necesitaba explicarle como habían sucedido las cosas, antes de que la envenenaran con sus cuentos y suposiciones.

Entró al salón con el mismo aire de superioridad, sorprendiendo a los pocos que estaban dentro y haciendo que se apartaran de su persona con rapidez. Se encontraba guardando sus cosas, cuando la voz de Sonia llamo su atención.

—¿Lilly? ¿En dónde estabas? ¿Te encuentras bien? Dicen que Erika te acuso y...

Por unos momentos, la castaña se olvido de su orgullo y volteo a ver a su amiga con un rápido movimiento. La pequeña Sonia retrocedió, a la par que los demás chicos se acercaron a ella.

Fue ese movimiento el que le dijo todo.

Ya lo sabían. Conocían lo que había pasado con Viridiana.

Como si se tratara de cámara lenta, sus ojos se endurecieron y la boca se apretó en una mueca rígida. Lo que menos quería en esos momentos, era lidiar con algo como eso.

Dejo de ver a sus amigos y siguió guardando sus cosas. Ninguno hizo un intento por hablar con ella, ni siquiera Graciela e Ignacio, que eran los que sabían desde un inicio todo. El grupo sentía que estaba frente a una extraña.

—¡Lilly! Qué bueno que te encuentro. Ya me contó Luis lo que la bruta esa dijo de ti —, Mimí cruzó la tierra de nadie, sorprendiendo a todos con sus gestos. Se abrazo a su amiga con fuerza y dijo, con los ojos chispeando de furia. — Esa no se va a salir con la suya... Ven. Si quiere guerra la va a tener.

Tomando de la mano a su amiga, Mimí la sacó del salón de clases y salieron casi corriendo, directo al edificio de la dirección. Apenas habían salido del salón, cuando la voz de Monse las detuvo.

—¿Lilly? ¿Es cierto que...? —, la chica se interrumpió, como si se hubiera dado cuenta de que ese no era el mejor lugar para hablar de eso. Sin voltear, Lilly bajo la cabeza y habló.

—Lo es. Por mi culpa, Viridiana se fue de la escuela... Yo provoque todo eso.

Reprimiendo las lágrimas que estaban a punto de desbordarse de sus ojos, Lilly tiro de su amiga y ambas se internaron por los pasillos de la secundaria.

—Oigan, ¿Fue mi imaginación, o su voz se escucho más grave de lo normal?

—No lo fue Eduardo, yo también lo oí. Estaba a punto de llorar cuando habló de esa chica —, dijo Sonia, mordiéndose el labio.

—Rayos. Creo que Mimí tenía razón... Debimos hablar con ella, antes de ponernos todos paranoicos —, suspiro Ignacio, tallándose el cuello con bríos.

—Oigan, a mí ni me vean. Yo no me porte como loco, ustedes fueron los que sacaron conclusiones a lo bestia —, dijo Iván. Este se veía más relajado que los demás.

—Entonces, ¿Qué hacemos? Si es cierto lo de Erika, son capaces de correrla.

Monse y los demás chicos se vieron entre ellos. Parecían estar meditando la situación, pero la voz de Antonio no les dio mucho tiempo.

—¿Qué hacemos? ¿Es en serio, Monse? —, el muchacho se cruzó de brazos. — Tenemos que ir y decir la verdad de lo que ocurrió con ellas. Ya después podemos preguntarle a Lilly lo que paso, pero ahora, lo primero es desmentir a la víbora de Erika.


En la secundaria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora