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—Vamos, espérame.

—Pues apúrate. Se nos está haciendo tarde, y en vez de que me ayudaras te dedicaste a arreglarte. Por eso esperaba que ya estuvieras lista... —, la mujer caminaba a velocidad por delante de su hija—. No sé ni para que me molesto. Siempre es lo mismo.

Los días habían pasado, pero, por más intentos que hizo Lilly por acercarse a su amigo, Antonio evitó estar con ella a solas. Desde el problema con Erika el chico se había mostrado cortante y un tanto apartado del grupo, y a pesar de que los demás habían hablado con él y le dijeron que no era por su culpa, una parte de ella no se sentía conforme con esas palabras.

Si de verdad no estaba molesta con ella entonces, ¿Por qué seguía evitándola?

En el caso de Erika, la muchacha había recibido unos cuantos días de suspensión y una promesa por parte del director. No podía seguir molestando a sus compañeros, ya que, a cualquier queja esta recibiría un reporte y, en el peor de los casos, se le sacaría de la escuela.

Aquella amenaza basto para que la chica dejara de acosar a los de su grado y se calmara, claro que Lilly suponía que eso no duraría mucho tiempo. Sobre todo tras todas las cosas que había hecho después de la partida de Viridiana.

Viri. Había estado llamando a la chica, pero en todas las veces le contesto su madre y le dijo que su hija no se encontraba en la ciudad y que dejara de molestarla. Estaba segura de que todavía había cierto resentimiento hacia ella en su corazón, pero en verdad necesitaba comunicarse con su ex amiga. Quería decirle tantas cosas, y a le vez deseaba pedirle perdón por la forma en que se había comportando aquella vez, cuando pensó que la muchacha no la consideraba su amiga y se burlaba de ella a sus espaldas.

—Si no te apuras no vas a llegar a tiempo, y ni me vayas a culpar por eso, ¿Eh?

La joven parpadeó varias veces, saliendo de sus pensamientos de súbito. Al ver que estaban a punto de cerrar el acceso a la escuela, le dio un fugaz beso en la mejilla a su progenitora y asintió, despidiéndose de ella.

—Nos vemos en la casa.

—Ok. Cuídate.

Sin más, la joven entró a los terrenos de la escuela y rápidamente pasó a los chicos de los demás grados. Ese día no le tocaba matemáticas a primera hora, pero no por eso podía darse el lujo de llegar tarde. No con los exámenes semestrales ya en circulación.

—Permiso... ¿Me dejas pasar?

Conforme se acercaba a los salones de segundo, una fuerte tensión se fue apoderando de sus hombros. Desde donde estaba podía ver a Antonio. Se encontraba leyendo unos apuntes en las bancas más cercanas a la jardinera de secundaria, y estaba solo.

Esa era su oportunidad.

Con un rápido movimiento de sus pies, la castaña se acercó casi corriendo hasta donde se encontraba el chico, y antes de que la notara ya había tomado asiento a su lado.

—¡Que bárbaro! Ahora si me hiciste sudar.

—¿Lilliana? ¿Qué haces aquí? —, el muchacho le miró, ceñudo. — ¿No se supone que deberías de estar en el salón para el examen de historia?

—Sep, pero te vi y quise pasar a saludarte.

El muchacho arrugó la boca y lanzó un fuerte suspiro.

—Hola... Ya me saludaste, ahora te recomiendo que te vayas rápido. No exentaste la materia, y no creo que te convenga llevar otro extraordinario sobre tú cabeza; aparte de matemáticas y biología.

—Y me lo tenías que recordar —, la chica le sonrió con ganas y, sin permitir que siguiera replicando, le tapo la boca con una mano. — No voy a tardar mucho. Solo escúchame, ¿Sí?

Con los ojos como platos, el chico asintió y dejo de intentar interrumpir a su amiga, lo que aprovecho la castaña para envalentonarse y volver a hablar.

—Mira, yo sé que he cometido muchos errores... Más que la mayor parte de nuestros compañeros, pero quiero que sepas que no fue mi intención ocultarte todo eso —, en ese punto, la chica bajó la cabeza y cerró los ojos con fuerza. — Lo que ocurrió con Viri fue un enorme malentendido, y si, no niego que la lastime mucho con mis palabras. Incluso provoqué que se saliera de la escuela... Fui una pésima amiga para ella, y no sabes lo que me arrepiento de haberla tratado de esa forma —, la castaña hizo una pausa para tomar aire. — Me deje llevar por mis estúpidos miedos, y le hice daño a una persona que solo me brindo su amistad... En fin. Solo quería que supieras que no pienso cometer el mismo error con los chicos. No volveré a caer en los rumores y... 

Antes de que Lilly pudiera terminar de hablar, el muchacho le levantó el rostro con cuidado y le obligo a que lo mirara. En sus ojos no había rencor y decepción, solo una sonrisa. La más grande que le había visto a su amigo, desde que lo conociera.

—Oye, yo sé lo que es vivir siendo juzgado por el pasado, ¿O te tengo que recordar cómo me miran los demás?... Sé que las personas son mucho más que sus errores y virtudes, y aunque no entiendo por qué me dices esto a mí, comprendo tu mortificación.

La castaña le correspondió a sus palabras con una media sonrisa. Tras todo el discurso que se había aventado, ya se sentía mucho más tranquila.

—¿Por qué? ¿Por qué me diste explicaciones? Tú y yo tenemos meses de conocernos, así que no tienes motivos fuertes y...

Esta vez fue el turno de la chica de callarlo.

—Porque tú fuiste el primero que confió en mí. 

Sin más, la castaña se apartó de su amigo y con un ligero movimiento de su cabeza, se retiro a su salón de clases, dejando a Antonio con la boca semi abierta y los ojos fijos en su persona.


En la secundaria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora