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Ella tiene razón. Si me siento incomoda con algunos de ellos, entonces tengo que decírselos.

Lilly caminaba rápido por los pasillos. El receso había llegado mucho más temprano que en otras ocasiones, y eso se debía a que el semestre estaba próximo a terminar.

La mayor parte de los maestros ya solo estaban dando un repaso de los temas que se verían en los exámenes, y gracias a que el festival cultural estaba a una semana de dar inició, se había llegado a la conclusión de que los alumnos necesitaban un poco más de tiempo para prepararlo.

Por suerte para Lilly, ella no pertenecía a ninguno de los clubs que organizaban aquello, así que para ella solo era tiempo libre que podía emplear de la mejor forma posible. Y qué forma. Esperaba que las palabras que quería decirle a Antonio no estuvieran llegando tarde; por el bien de la amistad que se había fabricado entre ellos.

—Hola, chicos. Lamento la tardanza, es que... —, varias miradas se posaron en su figura. El salón de cómputo estaba lleno, y aunque reconoció a algunos de sus nuevos amigos entre las personas, también pudo comprobar que había muchas caras desconocidas. Demasiadas para su gusto. — Yo. Lo siento... Creí que estaban unos chicos...

—¿Lilly? —. Sonia se levantó de uno de los asientos y se acercó a ella, sonriente. — Lo siento. Vuelvo en un momento.

La niña tomó a su amiga de la mano y la sacó del salón, alejándose lo suficiente de este antes de iniciar la conversación.

—¿Qué pasa Lilly? ¿Venias a ver si estábamos jugando?

—Sí. Algo así —. La castaña no sabía que otra cosa decir. Había entrado a un salón ocupado. Varios chicos la miraron feo. Y lo que era el colmo, no había encontrado a quienes estaba buscando. Estaba más que avergonzada. — ¿Dónde están los chicos? Quería... preguntarle a Toño sobre unos problemas de Algebra que nada más no me entran en la cabeza.

Sonia asintió. Por su cara, parecía no sospechar sus verdaderas intenciones, para con su amigo. Lilly agradeció por lo bajo.

—Pues... creo que Toño se fue con Lorenzo y Lalo, pero no me dijeron en donde iban a estar —, la chica se llevó un dedo a la boca y le dio unos cuantos toques a su labio, antes de decir algo más. — ¿Por qué no los buscas en la sección de prepa? A Lalo le gusta ir a jugar fut, con un grupo de chavos de por ahí.

Lilly tragó saliva con violencia. No esperaba esa respuesta, y menos el tener que entrar a la sección de los más grandes en la escuela.

—Eh, ¿Estás segura de que están ahí? ¿No es más fácil que se encuentren en otro lugar?

Sonia negó, con los ojos bien abiertos. Era visible la sinceridad en sus ojos; no le estaba jugando ninguna broma.

—Rayos... Bueno, entonces tocará ir a ver si los encuentro. Gracias, Sonia.

La jovencita le sonrió y se despidió de ella con un breve ademán de su mano.

Cuando estuvo sola, Lilly lanzó un fuerte suspiró y dijo, para sí misma.

—Bien. No puedo rajarme.

La boca de la castaña se arrugó y esta asintió. Paso a paso, Lilly se fue acercando a la sección de preparatoria, sin prestar especial atención a su entorno.

Apenas había cruzado la reja que dividía la secundaria con los mayores, cuando un chiflido la hizo saltar sobre su lugar. Un par de muchachos la miraban con sendas sonrisas, y una chica cercana a ellos le dijo a la castaña.

—¿Se te perdió algo, niña? Te equivocaste de sección. 

—N-no. Estoy buscando a uno-s amigos.

La joven elevó una ceja, pero no le dijo más.

Mientras se adentraba entre los mayores, Lilly se imaginaba que estaba en el país de las maravillas, y que ella era la Alicia pequeñita.

La boca se le había secado y, por más que buscaba con la mirada, no podía ver a ninguno de sus amigos. Estaba a punto de volver a la secundaria, cuando los mismos chicos que la habían estado viendo cuando entró, se acercaron a ella. El más alto le dijo.

—¿Qué pasa, nena? ¿Te perdiste o estas buscando a alguien?... Si quieres, podemos enseñarte el lugar.

—No... Yo —, en un intento por sonar normal, Lilly tomó aire y sonrió, lo más natural que pudo. — Estoy aquí, porque me dijeron que uno de mis amigos viene a jugar fútbol con otros chicos.

—¿Tú amigo?

De inmediato, el otro muchacho arqueó una ceja y habló.

—Un momento... ¿Tú amigo es de prepa? ¿O va en la secundaria?

—Va en la secundaria. Se llama Eduardo.

La sola mención de ese nombre, hizo que ambos cambiarán las sonrisas que portaban. El más alto se llevó una mano a la cabeza y torció la boca, diciendo.

—No inventes. Estuvimos a punto de cometer una burrada... ¿Te imaginas si la hubiéramos sacado? Entre Lalo y su hermano nos habrían masacrado.

—Y el chiquito que viene con ellos. No te olvides de él —, suspiró su amigo. — Cuando recuerdo como se le puso a Bruno por su amiga, me dan ganas de rascarme. Tiene una mirada de miedo.

—Cierto.

—Eh, perdón... —, las miradas se trasladaron una vez más a Lilly. — Entonces, ¿ustedes saben donde están mis amigos? En verdad necesito hablar con ellos.

El chico más alto asintió, y el otro le puso ambas manos en los hombros, diciendo.

—Sí. Ya debe de estar terminado el partido, pero Lorenzo y tú amigo chiquito están por aquí.

Con ligeros empujones, la castaña fue llevada por aquellos gigantes hasta donde se encontraba la cancha de fútbol que usaban los de preparatoria.

Esta era, por mucho, más grande que la de secundaria. El pasto artificial relucía con los restos de agua que, seguro habían echado para limpiarlo; pero solo en algunas secciones, ya que la mayor parte del sitio había sido ocupada por los estudiantes más avanzados, para su entretenimiento.

Hay, entre todas esas caras hoscas, Eduardo se hallaba corriendo. Parecía uno más entre todos, y a Lilly le dio la impresión de que el muchacho se sentía más a gusto ahí, que en la sección de secundaria.

—Mira. Ahí están los dos.

El chico más bajito señaló un punto casi frente a ellos, justo del otro lado de donde estaban jugando. Ahí, platicando con algunos muchachos de prepa, se encontraba Lorenzo. Antonio estaba a su lado, con un libro en mano.

Lilly no pudo evitar sonreír ante la visión. El chico no cambiaba, ni aun en medio de todo ese montón de fuerza bruta.

Tras despedirse de sus acompañantes, la castaña rodeó la cancha y, cuando estuvo frente a su amigo se aclaró la garganta y dijo.

—¡Toño!

La mirada del mencionado se elevó. A pesar de que su rostro estaba calmo, Lilly notó que su labio inferior temblaba por momentos.

Aquello desconcertó a la chica. Nunca había visto que las defensas de su amigos se resquebrajaran, y mucho menos en tan poco tiempo. Se maldijo para sus adentros y, jalándose las mangas del suéter del uniforme, le dijo.

—¿Podemos hablar? Yo... Necesito decirte unas cosas.

La boca de Antonio se movió, pero no salió ningún sonido. Lorenzo fue el encargado de hablar.

—Claro que va a hablar contigo. Vamos, Toño... —, el muchacho le quitó el libro a su amigo y, dándole un empujón, lo levantó de su asiento y lo instó seguir a Lilly.

En la secundaria ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora