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Venía en la camioneta, mis tíos, ambos, estaban emocionados de llevarme a mi primer día en la Universidad.

-Listo -dijo mi tío apagando la camioneta.

Mi estómago comenzó a sentirse raro, como una revolución por dentro. Estaba tan nerviosa, que ahora mismo deseaba regresar a casa. Al ver al tipo de chicas de las que había, maldije lo que llevaba puesto.

-Bien, vamos -dijo mi tío, me cargo y me subió a la silla de ruedas. Varios estudiantes se habían quedado ahí a observar.

Más incómodo no pudo ser.

-¡Ay que orgullosa estoy de ti! -dijo mi tía sacando una camara de su bolso.

Me equivoqué, si podría ser más incómodo.

Después de toda la fiesta que hicieron mis tíos, se ofrecieron a llevarme a mi salón, cosa que me negué. Ellos no muy confiados aceptaron.

Ya había entrado y todos caminaban rápido, algunos chocaban con mi silla y cuando volteaban a maldecirme, solo se quedaban callados.

Estaba perdida, no sabía donde quedaba mi casillero o donde quedaba mi salón, se supone que es planta baja, por obvias razones pero no sé, hace años no entraba a una escuela.

-Hola, ¿puedo ayudarte? -dijo una voz.

Subí la mirada y ahí estaba un chico con gafas y aparentemente muy atractivo.

-¿Eh? -dije-. No, no es necesario.
-Jamás te había visto aquí -dijo-. Bueno, aquí no hay nadie más en silla de rue...

Se quedó callado al ver mi expresión, lo ignoré y pase sobre su pie, el solo se limito a sonreír.

Seguí mi camino sin deprimirme, sabía que comentarios así habrá durante toda la universidad.

Durante los próximos minutos había recibido muecas, burlas y uno que otro que me compadecía, pero seguía sin encontrar mi maldito casillero.

...

Por fin lo había encontrado, no era la gran cosa, era grande. Metí algunos libros solo para llenarlo y fui a mi segunda misión del día: buscar mi respectivo salón.

En el camino choqué con unas cuantas personas, ya se me había hecho tarde, ¡genial!

Llegué cansada de los brazos y cuando intente tocar la puerta, mi silla se adelanto golpeándola, haciendo que se abriera en plena clase.

Todos me miraron en silencio, algunos soltaron risitas tontas y otros me miraban con burla, el profesor me veía un tanto sorprendido.

-Bu... buenos días -dije-. Disculpe la demora.
-Supongo que fue por la silla -dijo frío el profesor-. Entra, pero que sea la última vez, no tomare como excusa que estés invalida.

Baje la mirada, estaba sorprendida de lo mal educado que había sido el profesor, varios rieron sin vergüenza alguna y otros negaban molestos.

-¿Que esperas? -dijo el profesor mirándome-. ¿Tengo que ir a empujar tu silla?

Negué nerviosa y entré lo más rápido que pude, había una mesa enfrente y estaba sola, solo hice la silla a un lado y me acomodé con mi silla de ruedas.

Este primer día había sido... ¡genial! Claro, mi sarcasmo siempre esta presente.

La clase transcurrió normal, el profesor ya no hizo comentarios hirientes pero si me miraba raro, admito que me dio miedo.

Ya había terminado la clase y el profesor ya se había retirado, algunos salieron del salón y otros pocos se quedaron en sus asientos. Yo solo me límite a garabatear mi cuaderno.

-Hola -dijo una voz a lado mio-. ¿Cómo te llamas?

Era una chica ligeramente delgada y alta, su cabello era rubio con tonos claros y otros más fuertes; llevaba un maquillaje sencillo pero lindo.

-Hola... mi nombre es... es Samantha -dije nerviosa.
-Oh que lindo nombre, yo me llamo Diana, me lo pusieron por mi abuela, pero eso es otra historia -sonreí.

N/A
Ya que ayer no publique pero se me olvido -n-
Mañana también habrá para ponerme al corriente. :B

SAMANTHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora