Una niña sentada en su habitación, de cabello castaño y desordenado se recogía unas coletas mientras sus ojos color avellana miraban a la puerta.
Ella abrazaba a su jirafa de peluche acercándola hacia su pequeño cuerpo, y escuchaba con atención los fuertes gritos de sus padres.
"¡Nunca debí haber tenido malditos hijos!" Gritó una voz fuerte y profunda. "Lo único que hacen es dar problemas, quejarse, dibujar en las paredes..." Cuando fue interrumpido por el furioso grito de la madre de los niños.
"Son nuestros hijos, David, ¡no saben hacer nada mejor!"
"¡Oh Marybeth joder no quiero oír tus excusas de mierda! ¡Ya he tenido suficiente!"
"¿Y qué vas a hacer al respecto?"
La niña oyó fuertes pasos viniendo hacia su cuarto, y abrazó fuertemente a su jirafa.
La puerta se abrió violentamente, y tras ella estaba su enojado y obeso padre, que en una de sus carnosas manos, llevaba un gran libro de texto.
"¡David, basta!" Gritó su madre.
Pero el padre ignoró los gritos y suplicas de su esposa, cogió a la niña por el cuello, y ella gritó y pateó, temblando y temblando de miedo. El padre de la niña con dureza levantó el libro de texto.
"¡Esto es por pintar mis putas paredes, pequeña perra!"
Años más tarde, la niña, conocida como Natalie, tenía ahora unos 9 años. En su paso por la pubertad ella era un poco más gordita.
Como de costumbre ella se sentó en su habitación a ver la televisión, su padre estaba criticando sobre algunas estupideces de la economía, que a ella le importaban realmente una mierda, mientras comía palomitas.
Ella estaba dibujando un dibujo, había un poco de gore en él, ya que extrañamente le gustaba dibujar sangre, le daba una rara satisfacción.