Su maestra se fijó en algunas de sus expresiones perplejas, pero ella la ignoró como sino entendiera la lección. Natalie también se sentía como si tuviera un intenso dolor, no tenía ni idea de que era lo que le estaba haciendo...daño.
Ella tenía miedo, se fue a casa y en silencio se fue a su habitación, pero al final del día ella fue nuevamente recibida por su hermano.
Nadie lo sabía.
En la escuela ella finalmente decidió contárselo a alguien, a pesar de que no eran sus amigos ella sentía que tenía que hacerlo. Ella se acercó al grupo de chicas que de vez en cuando veía en el pasillo, parecían buenas chicas y Natalie ya había hablado con ellas en otras ocasiones.
"Ey...Mia..." La chica miró a Natalie que tenía una cara seria.
"¿Sí?" Yo eh...realmente necesito hablar contigo de algo. Ha estado ocurriendo durante mucho tiempo, y tú y tus amigos...bueno, siento que sois las únicas personas con las que puedo confiar.
Mia y sus amigos parecían tirar pequeñas sonrisas pero solo por un momento, pero lo que Natalie no sabía era que a ellos les gustaba escuchar rumores, para luego esparcirlos por ahí.
"Está bien, puedes confiar en nosotros. ¿Qué es lo que pasa?"
Un día más tarde todo fue a peor, ella había estado recibiendo comentarios constantes en sitios de redes sociales como Facebook. Una vez alguien incluso le hizo una maldita llamada, por no hablar de que todo su almuerzo había terminado tirado sobre su pelo, ese iba a ser el menor de sus problemas, pero Natalie al solo tener 9 años, no podía evitar sentirse enormemente molesta ante este hecho.
Sin embargo ella no dijo ni una palabra al respecto, todo lo que había sufrido durante todo este tiempo, se lo guardó en su interior, supuso que era mejor. No quería dejar que ningún dolor fuera mejor que ella.