IX

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Emma se quedó en silencio, ¿cómo podría reaccionar? El siguiente día, justamente el siguiente día, se enteraría si su novio sería padre. Ella se dio la vuelta e intentó dormirse.

—Emma. —Alex le agarró la mano, y alargó el cuello para poder verle la cara.

—¿Sí? —preguntó ella, ignorando la mirada que le clavaba encima Alex.

—¿Sucedió algo?

Emma se quedó en silencio. 

—Emma... no te pongas así, ¿sí?

—¿Cómo quieres que me ponga? Se siente igual como cuando ves esto. —Ella se levantó y dejó a la vista el chupón que le hizo Bruno. 

Alexander bajó la mirada, pues no quería pelearse con ella.

—Pensé que todo eso había quedado olvidado —admitió Alex.

Emma se dio cuenta de la arrogante actitud que estaba floreciendo en ella, y fue ahí cuando cortó la raíz de eso.

—Tienes razón.

—¿Estamos bien?

—Sí —afirmó ella.

Alex la besó. 

—Buenas noches.

—Buenas noches —respondió ella.

Emma se acostó como lo había hecho hace un momento. Alex, a consecuencia, se acostó también, y la abrazó por la cintura. Ella entrelazó sus manos, como lo había hecho la primera vez.

—Alex.

—Dime —musitó, acariciando el cabello de Emma.

A él le encantaba su cabello, bueno, desde ese momento.

—¿Te diste cuenta que la anterior vez pudimos dormir así?

—¿Cómo?

—O sea, así, con el sofá tendido —aclaró ella.

—Pues sí, pero esto también tiene su desventaja.

—¿Cuál? —cuestionó ella, frunciendo el ceño.

—Que antes estábamos obligados a dormir más pegados. —Él se levantó un poco y la besó en la mejilla.

Ella rio tímidamente, apretó la mano de Alex, la mano que ella sostenía, giró su cabeza y sintió como sus cachetes se tinturaban de rojo. Ella sentía esas mariposas en su estómago, y después recordó que Alex estaba semidesnudo, y entonces sintió un vacío de vergüenza en su estómago.

Alex se levantó de nuevo, retiró lentamente el cabello que estaba en la oreja izquierda de Emma, y susurró:

—¿Pasa algo? —Lo hizo con una voz profunda y sensual, y su cálido aliento olía a mentas. Muy agradable.

Las piernas de Emma comenzaron a temblar, pero a la vez estaba muy ansiosa de descubrir el: ¿qué haría Alex? Alex giró la cabeza de Emma con su mano izquierda, pues su mano derecha estaba apoyada al sillón para que su cuerpo estuviera elevado y pudiera admirar las expresiones de Emma.

Emma siguió el suave movimiento de la mano de Alex y logró admirar por segunda vez ese cuerpo, ese cuerpo que creaba la necesidad de tener un balde para que babeara ahí. Él la miró con su sonrisa perfecta y ella intentó esquivar esa sonrisa asesina, pero no lo logró. Emma se lamió los labios, nerviosa y dio un gran trago de saliva.

Alex dio un movimiento rápido, muy rápido, tanto que Emma no se dio cuenta del momento donde él se sentó encima de ella. Él la acorraló con los brazos, los brazos de Emma estaban inmovilizados sobre el sofá cama, y su mirada también. La respiración de Emma cada vez se dificultaba más, y justo ahí, cuando ella tenía los nervios de punta, Alex habló profundamente, casi en susurro:

Una historia de bulimia másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora