XII

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Alex se sentó en el sillón, pasándose la mano por el cabello. «¿Por qué no?», pensó, pero no lo dijo. Emma también se sentó, acercándose a Alex. Con una de sus manos, ella planeaba acariciar la mejilla de él, pero la esquivó. Ella guardó de nuevo su mano y bajó la mirada.

―Lo siento —murmuró ella.

Alex sintió un poco de culpa, al verla así, solo porque él quería algo más que besos.

—No, discúlpame a mí. Si tú no quieres no puedo obligarte. —Él tomó una de las manos de Emma y se dio cuenta que estaban temblando. Frunció el ceño y preguntó—. ¿Qué tienes? ¿Por qué tiemblas?

—Nada, yo, es que... —A ella le daba vergüenza decir que era su primera vez, pues ella ya era mayor de edad y a los diecinueve años, ya nadie era virgen. 

—¿Sería esta tu primera vez?

Ella asintió, con sus mejillas hirviendo.

—No te preocupes. —Él la abrazó—. También sería mi primera vez. Bueno —él pausó, recordando a Madison—, consiente.

Ella negó con la cabeza.

—No es lo mismo, Alex. Consiente o no, lo hiciste —susurró ella.

—No, pero Emma. —Él se quedó sin habla y lanzó un jadeo.

Emma besó el pecho de Alex y él se levantó. Recogió su camisa, la que llevaba Emma, y la levantó.

—Ven —dijo Alex, insinuando que se levantara.

Emma lo hizo, acercándose a él.

—Levanta tus brazos —ordenó Alex con ternura.

Ella obedeció y Alex le colocó a Emma la camisa. Cuando estaba ella dentro, él le retiró el cabello de Emma y lo tiró hacia afuera. Ella tenía sus brazos colgados, con su cara de inocencia, y lo miraba con tal amor, que cualquiera que los viera, estarían celosos de ellos. Alex la besó en la frente y la abrazó.  Ella le devolvió el abrazo, y una lágrima cayó de sus ojos. Alex la miró, y secó su lágrima.

—¿Qué pasa? —musitó él.

Ella sonrió y lo volvió a abrazar.

—Que no entiendo cómo puede ser alguien tan comprensivo. Cuando te conocí, parecías tan... rudo, insensible… No lo sé, y ahora… —Suspiró—.  No lo entiendo.

Él la abrazó con más fuerza y dijo:         

—Tú eres la razón.

Ella lo regresó a ver.

—Te amo —dijo y después de lo dicho, ella se alzó en puntillas para después darle un gran beso.

—Yo te amo más —pronunció él después.

Ella emitió un bostezo, sin culpa.

—¿Tienes sueño?—preguntó Alex.

—Un poco—admitió ella y tras eso, ambos se acomodaron para dormir.

Emma estaba en la habitación de Alex, mientras él iba por un par de vasos con agua. Dejó uno para Emma en la mesa de noche, y la besó en la frente.

—Hasta mañana —se despidió Alex. Con su vaso de agua en manos, él iba saliendo por la puerta.

Emma no entendía por qué Alex hacía eso, ella suponía que después él dormiría con ella, como hacían siempre en la terraza, pero después vio que supuso mal.

Él estaba a punto de salir, pero la voz de Emma lo detuvo.

—¿A dónde vas? —preguntó, frunciendo el ceño.

Una historia de bulimia másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora