XXVI

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Jueves 11 de julio del 2014, 10h51 a.m. 

La enfermera sacó la jeringuilla del suero y lo ajustó para que la medicina corriera por las venas de Emma.

Bruno se levantó.

—Gracias.

La enfermera le medio sonrió y salió de la habitación en la que Emma estaba interna.

Emma estaba dormida. Su aspecto no había mejorado en nada y eso le preocupaba. Se sentó en el borde de la camilla y le tomó la mano. Sabía que ella podía no sentirlo, pero le bastó con él sentirla a ella.

La puerta de la habitación se abrió y  pasó el doctor de Emma.

—Sr. Roles. —Hizo un gesto con la cabeza que significaba que le siguiera.

Bruno le besó a Emma en la frente y salió de la habitación. El doctor estaba en el pasillo esperándolo. Presentía que eran malas noticias y la última vez que escuchó unas, fue en la pérdida de Lucas.

Respiró hondo. No quería saber nada más de pérdidas, nada de malas noticias, sólo quería que su novia se recupere y volver a como era antes… Aunque tuvo que renunciar a un futuro con Lucas.

Se paró en frente del doctor y éste alzó los ojos hacia Bruno. Suspiró. Bruno sabía que se estaba armando de valor para decir algo grave y entonces escuchó la grave voz del profesional.

—Hay malas noticias.

«¿En serio? Ah, yo que pensaba que usted me quería invitar a salir.» Reprimió las palabras.

—Diga —dijo en vez.

—La paciente Bondt… Cómo decirlo…

—Dígalo ya.

¿Por qué andarse con rodeos? Al fin y al cabo debía contarle.

—El suero no está ayudando —empezó a decir—. No ha evolucionado en nada desde que la trajeron. Creo que han esperado mucho para recibir ayuda médica. Emma… ella está en un estado terminal. Cualquier momento ella podría… fallecer. Puede que no sobreviva. Está en sus últimos días… o quizás horas. —La cara se le endureció—. Lo siento. —Le tocó el hombro a Bruno y avanzó por los pasillos, sabiendo que había hecho lo que le tocaba.

Jueves 11 de julio del 2014, 10h56 p.m.

La cafetería grande del hospital tenía un fuerte aroma a café, como se es de esperar. El ambiente era cálido y mucha gente pasaba por allí. Tenía tonalidades rojo con café, haciendo el lugar aún más cálido. La atención era rápida. Y los asientos eran un paraíso completo: unos muy suaves y cómodos.

Bruno, Alex y Chloe ocupaban una mesa de cuatro puestos. Chloe estaba sentada junto a Alex. No sabían lo que Bruno les diría, pero según la urgencia, supieron que era algo importante.

Bruno tenía la nariz roja y tapada, como si estuviera gripado. Lo que lo diferenciaba de una gripa fueron sus húmedas pestañas y el matiz de sus ojos. Alex y Chloe sabían que había llorado y ya se imaginaban por quien.

—Siento haberlos hecho venir con tanta prisa. Es muy importante.

Alex y Chloe se limitaron a asentir. El único que tomaba café era Bruno. Para usar las mesas debían consumir algo y Bruno aprovechó su tristeza.

—Tenía que decírselos cuanto antes —siguió excusándose—. Bien… —Tomó otro sorbo de café—. Emma… —Su tono lo delataba.

—¿Qué le pasó? ¿Está bien? —se apresuró Chloe.

Una historia de bulimia másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora