XXII

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Domingo 26 de enero del 2014, 1h00 p.m.

Los ojos de Emma comenzaron a pestañear de nuevo. Solo había una figura borrosa en frente de ella, sentada en un borde de la cama, quien se dio cuenta al instante que estaba despertando 

—¿Emma? ¿Me escuchas? —preguntó Chloe. Aún seguía estando borrosa para Emma.

Pestañeó un poco más para que se le aclarase la vista.

—¿Chloe? —musitó. Tenía el entrecejo fruncido, pero no era confusión, era un dolor de cabeza la estaba atormentando. Acercó su mano derecha a su sien y la tocó, tratando de calmar el dolor como un movimiento instintivo.

—Sí, soy yo. ¿Te duele la cabeza? ¿Quieres que llame a tu doctora? —inquirió con preocupación mientras acercaba la mano al teléfono del hospital.

—No.

Chloe dejó su mano en su lugar.

—¿Qué hora es? —preguntó Emma.

—Una de la tarde.

—¿Cuánto tiempo he estado aquí?

—Desde ayer. Te  desmayaste y Bruno te trajo hasta acá. Era casi media noche.

Recordó a Alexander en su habitación. ¿Había sido un sueño? Lo recordaba como tal, pero era muy exacto para serlo.

—¿Estuvo Alex aquí?

—Un momento. No mucho. Dijo que habías despertado y que volviste a dormir.

—Sí —susurró—. Recuerdo eso.

—Después de haber venido se puso raro… ¿Pasó algo con él?

Recordó lo que parecía un sueño: le decía a Alex que Claire no era su hija.

—¿Raro? —repitió, fingiendo desentendimiento. Ella sabía por qué estaba «raro» después de su visita.

—Sí. Le habíamos pedido que se quedara contigo un momento. Bruno había salido para ducharse. Ayer fue a su casa a ver ropa para ti, pero se negó a darse una ducha o siquiera descansar, y luego se quedó dormido aquí, en el sofá —señaló—. Yo en cambio debía ir a una consulta por el bebé y yo tengo otra doctora que no trabaja aquí, en el Val-de-Grâce.

«Así que estoy en el mismo hospital que Madison», pensó.

—Le pedimos a Alex que se quedara por un momento aquí, casi como una hora tal vez —continuó—, pero eso no importa porque no le importó el tiempo y aceptó. Después que llegamos Noah y yo, Alex salió de aquí, apresurado. La Dra. Smith…

—¿Quién es la Dra. Smith? —interrumpió.

—Tu doctora.

—Ah.

—Bien, ella dijo que Alex le contó que despertaste un momento y que balbuceaste algo que no logró entender bien, y la doctora contestó que faltaría entonces un par de horas para que despertaras con tus energías totalmente puestas.

—¿No intentó contar lo que balbuceé? —se intrigó Emma. Ella sabía que Alexander le había entendido perfectamente.

—No. —Chloe frunció el entrecejo, tratando de recordar—. Más bien no le dio mucha importancia, o al menos eso aclaró la doctora. Cuando yo llegué él se levantó rápido y sólo me dijo que tenía que ver a su hija. Estaba muy cambiado entonces.

«Estaba muy cambiado entonces», se repitió. ¿Cómo no pudo ser más cuidadosa de contárselo cuando estuviera en sus cinco sentidos? Todo era su culpa y ya no había como cambiar lo dicho.

Una historia de bulimia másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora