Las lágrimas de Emma comenzaron a escaparse de sus ojos. No le importó que esa mujer fuera su madre, es más, sentía asco por esa señora. La tomó del cabello y la jaló hacia arriba, haciendo que ella se parase y viera a Emma. Su ira la controlaba y rápidamente le dio una fuerte cachetada, tumbándola al piso.
—¿Cómo pudiste? —Emma le gritó con furia.
Todos los clientes veían la inesperada escena, y estaban muy impactados, pues nadie acostumbra a ver ese tipo de escándalos.
Su madre, o mejor dicho, Anne, tenía su mano en su cachete, sintiendo como este palpitaba por el fuerte golpe que Emma lanzó. Emma salió con furia, con sus humos al máximo.
La gente siempre dice que tienes que hacer las cosas con la cabeza fría, pensando bien, sin neblina en tu cabeza, pero no era el caso de Emma. Corría por las calles sin saber a dónde ir, en realidad ella buscaba el internado, pero todo se le hizo un laberinto, y ninguna luz divina la ayudaba a encontrar su camino. Para rematar su vista estaba nublada, por sus lágrimas. Su sangre hervía, y su pecho palpitaba fuerte, por la histeria.
De repente vio su internado en frente de ella. No sabía cómo llegó, pero por suerte lo hizo. Entró al internado y fue a la habitación de Alex. Lo buscó y no lo encontró. Miró a sus lados con desesperación y alguien le tomó de los hombros.
—Emma, ¿qué sucede? ¿Por qué estás así? —pronunció Noah.
Emma no tardó en reconocerlo y se acurrucó en su pecho.
—¿Buscas a Alex? —preguntó él, tratando de tranquilizarla.
Ella asintió, llorando aún más.
—Ven. —Él la llevó a que se sentase en la silla de su escritorio. Abrió su refrigerador y le pasó una botella de agua.
Ella comenzó a beber para poderse calmar. Abandonó su botella de agua en el escritorio, y apoyó sus codos sobre sus piernas, tirando su cabeza encima de sus manos.
Mientras tanto, Noah, digitaba en su teléfono.
—Bueno, ¿Alex?
Emma levantó la vista para ver a Noah, agradeciéndole con la mirada.
—Sí, Alex, es urgente que vengas acá. No, es de verdad urgente. Se trata de Emma. Listo, no tardes. —Noah guardó su teléfono en su bolsillo y se acercó a ella.
—Tranquila —musitó, poniéndose en cuclillas a la altura de ella. Le acarició el cabello para darle serenidad.
Ella de inmediato comenzó a sollozar más fuerte. Noah la abrazó, y le dio un pequeño beso en el cachete. Ella, en respuesta, se aferró a él mientras sus lágrimas empapaban su hombro.
De repente ambos escucharon la puerta abrirse. Noah regresó a ver y se dio cuenta que era Alex. Acarició el cabello de Emma, le plantó un pequeño beso en la cabeza y susurró:
—Ya está aquí.
Alex se acercó a ella, agradeciéndole a Noah. Noah salió de la habitación, para que pudieran hablar a gusto. Emma alzó la vista y miró el rostro de ese chico que la traía loca. Se abalanzó a él y lo abrazó con fuerza, desahogando su dolor. Alex le devolvió el abrazo, con su corazón partiéndose al verla así. La besó en el cachete y después plantó un pequeño beso en sus labios. Con su mano, tomó su quijada, haciendo que ella lo mirara. Y con su otra mano, limpió las lágrimas y suspiró.
—Odio verte así.
Emma frunció los labios y negó con la cabeza.
—Dime que pasó. —Él acarició la mejilla de ella con su dedo pulgar.
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Una historia de bulimia más
Beletrie[Finalista en los Premios Watty 2014] Emma Bondt había caído en la bulimia como muchas chicas, y ―como en la mayoría de los casos―, esa inseguridad se había creado gracias a los malos comentarios de sus compañeros escolares. Aun cuando su mejor amig...