XIII

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Alex respiró hondo, tratando de controlarse.

—¿Por qué quieres verlo?

—Ya... ya no —tartamudeó Emma con temor.

Alex se dio cuenta del miedo que reflejaba Emma.

—Mierda, Emma, no me tengas miedo. —Él iba a tocarle el rostro pero ella se esquivó—. ¿Quieres verlo?

—Sí —afirmó ella.

—Pues bien —gruñó Alex—. Vete, anda a ver cómo está tu amante.

—Alex —susurró Emma.

—Que claro, con él sí te acuestas —siguió él, ignorando lo que dijo Emma.

—Alex —repitió ella.

—Para  él compras hasta ropa interior nueva, ¿y a mí? A mí me rechazas.

—¡Alex! —chilló Emma.

Escuchar el grito de Emma fue lo que hizo que la ira se apoderara de Alex. Él se levantó y arrojó una fuerte cachetada en dirección a Emma. Ella quedó tumbada en el piso, mirándolo con desilusión. Sus lágrimas comenzaron a cesar de sus ojos.

—Emma —musitó Alex, viéndola en el piso. Su mirada se ablandó y todos sus músculos dejaron de lucir tensos para pasar a ser preocupados, como si se sintiera de lo más culpable.

—¡¿Cómo te convertiste en un monstruo?! —gritó.

—Emma, yo no quise… —Se bajó a su altura, para poder calmar su golpe con una caricia, pero ella se apartó.

—No me toques.

Él se acercó, sin obedecer a Emma.

—No me toques —obligó Emma, subiendo el tono de voz.

—No te puedo dejar así. —Las lágrimas cayeron de los ojos de Alex.

—Déjame. —Emma se levantó del suelo y comenzó a guardar sus cosas iracundamente. 

Alex se encontraba en el sillón, mirando el abandono de Emma mientras sus lágrimas caían. Emma tomó su teléfono mientras seguía guardando sus cosas.

—¿Bruno?

Alex sentía la exasperación corriendo por sus venas. 

—Emma, por favor no —sollozó Alex.

—Sí, Bruno. No, no estoy llorando. Está bien, sí lo estoy. Nada, te cuento cuando nos veamos. Sí, necesito que vengas a verme al departamento de Alexander. Sí, ¿tienes la dirección? Exacto. Listo, ven pronto, por favor. Adiós. —Ella colgó la llamada y sorbió con la nariz. 

Alex se paró al lado de ella, tratando de acariciarla, pero no lo permitió.

—Te dije que no me toques. —Se limpió las lágrimas.

Alex dio un paso atrás.

—No te vayas —murmuró él.

—No me voy a quedar con un golpeador como tú —lanzó Emma.

Eso fue como apuñalar a Alex justo en el corazón.

—Emma, yo lo siento. No quise. Por favor —lloró aún más.

A Emma le dolía verlo así, pero ella pensaba que si él la golpeó una vez, lo haría después más veces, hasta tenerla sometida al temor.

—No me importa. —Cerró su maleta.

El celular de Emma timbró, y ella iba a contestar, debido a que era Bruno, pero Alex la detuvo, tomándola de la mano.

—Si contestas, sabré que te vas de mi lado. Si cuelgas, sabré que te quedas. —Con su mano libre limpió sus lágrimas.

Una historia de bulimia másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora