XX

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Chloe se sentía nerviosa. Sabía que en el momento Emma fingiría, pero después le daría la cara, y muy molesta.

La doctora entró al consultorio, cerrando la puerta tras ella, y se sentó en su puesto. Era una mujer joven, ojos marrón claro, podrían describirse como miel con una pizca de azul en ellos, algo raros. El cabello lo traía recogido en una cola de caballo alta mostrando las diferentes tonalidades de castaño rojizo en su cabello. Traía una bata blanca —como las que usan siempre los médicos— que ocultaba su atuendo.

—Hola —saludó ella con una sonrisa.

—Hola —respondió Chloe.

Emma tan sólo dedicó una sonrisa insincera, pues no quería ser grosera tampoco.

—Es primera vez que las veo por acá —continuó afable. Sacó una libreta de doctor.

—Es cierto, es la primera vez que venimos —afirmó Chloe.

—Bien, ¿qué les trae?

—Ehm,  bueno… —Chloe buscaba palabras para pedir una dieta sana sin tener que decir la enfermedad de Emma después de que su amiga le diera una patada detrás del escritorio—. Quería saber, o pedirle —corrigió— si nos podría dar una dieta sana, ya sabe, algo que no engorde y sea saludable. —Estaba muy nerviosa.

—Hay muchas dietas, pero primero tengo que ver sus condiciones. ¿Son alérgicas a algo?

—No, ninguna de las dos lo somos —respondió Chloe, segura.

—¿Tienen alguna enfermedad alimenticia?

Los músculos de Emma se tensaron. Ella no quería hablar sobre su bulimia.

—Quiero decir, diabetes, anemia… —continuó.

Emma se tranquilizó, dejando sus piernas y manos temblorosas por el impacto.

—No, tampoco —siguió Chloe.

—¿Están embarazadas o en periodo de lactancia?

—Embarazadas, las dos. —Chloe estaba generalizando todo, ella no iba a seguir la dieta, pero necesitaba que Emma lo hiciera sin señalarla con el dedo.

—Mmm… Me están pidiendo una dieta saludable sin engordar, ¿cierto?

—Sí —afirmó Chloe, de hecho, Chloe era la única que hablaba en la conversación.

—Y están embarazadas…

—Correcto.

La doctora alzó las cejas en desapruebo.

—No les puedo dar ninguna dieta que no les haga engordar en el embarazo, eso podría afectar al bebé, aparte de que deben satisfacer los famosos antojitos.

Chloe recordó eso y se sintió torpe por pedir tal dieta.

—Pero… —prosiguió la doctora.

«¡Pero! ¡Hay un pero!», celebró Chloe en su mente.

Emma permanecía callada en la silla, apreciando la —según ella— muy innecesaria consulta.

La Dra. Kort buscó en sus cajones un par de cajas. Se llamaba SkinCeption.

—Tengo estas cremas. Son para evitar y curar estrías, de hecho es muy buena, yo la probé y en realidad me funcionó. —La doctora arrastró las cremas hacia las chicas. Ambas tomaron las cajas, mirando el aspecto—. Lo que sí, son un poco costosas, pero en realidad vale la pena.

—¿Y no se puede hacer nada? Quiero decir, he visto que a muchas mujeres les queda la piel estirada después del embarazo —habló Emma por primera vez en la consulta.

Una historia de bulimia másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora