Capítulo 30. El salón de bellezas tiene su lado feo

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Ashton

—Maldición Ashton, no seas tan marica—dijo Calum mirándome mal. Yo abrí mis ojos sorprendido ante como me había llamado.

—Calum, no seas malo con Ash, está nervioso—lo reprendió Luke.

—No sé ni porque los llamé—dije rodando los ojos.

—Porque nos amas y no puedes vivir sin nosotros—respondió Calum—Dah.

—Tú solo relájate, respira profundo, cuenta hasta tres y recuerda que eres un macho pecho peludo que se respeta, así que no aceptes un no como respuesta—me dijo Michael haciéndome un masaje en los hombros.

Yo asentí en entendimiento.

—Lo haré—dije decidido mientras me levantaba de la cama de mi habitación. Me miré en el espejo y arreglé un mechón rebelde que tenía sobre la frente y sonreí ante mi imagen.

Impecable, guapo y talentoso.

—Solo recuerda, si algo sucede mal te esperaremos en el bar más cercano—me señaló Calum.

—De acuerdo—me giré y caminé hacia la puerta. Respiré profundo y cerré mis ojos antes de soltar un suspiro.

Era ahora o nunca.

Hoy era el día, hoy hablaría con Briana, hoy le preguntaría que sucedió aquel día en el que se fue sin ninguna razón. Hace tanto que no la veo, no sé si está bien si está mal. Sería mucho más sencillo si atendiera mis llamadas o respondiera mis mensajes. No sé qué le pasa, no sé qué le hice, pero haré lo que sea por averiguarlo.

Aparqué el auto frente a su casa y me quedé unos segundos observando el volante. Todavía no es demasiado tarde para dar la vuelta y tirarlo todo a la borda, estoy a tiempo, ella no se ha percatado de mi presencia ni nadie en la vecindad, siempre se la pasan dentro de sus casas como osos en invierno. Solté un suspiro sabiendo que estoy siendo un cobarde. Quiero respuestas, pero tengo miedo conseguirlas.

Me bajé del auto decidido. Tocaría ese timbre, hablaría con Briana, sabré lo que pasa y estaré tranquilo.

—Tú puedes Irwin, tú puedes—me repetía a mí mismo mientras caminaba a la casa de ¿mi chica? Todavía no estoy seguro—Solo toca el timbre y listo—estiré mi mano con la intención de tocarlo, pero cuando lo hice me aterré y salté a un arbusto cercano para esconderme.

Vaya valiente.

Asomé mi cabeza cuando escuché como alguien abría la puerta. En vez de encontrarme con Briana, un chico alto, musculoso, bronceado y rubio estaba en su lugar. No traía camisa y solo usaba unos pantalones de piyama. Fruncí el ceño. Jamás lo había visto en mi vida.

—¿Quién es Tom?—preguntó la voz de Briana asomándose junto al tal Tom.

—No hay nadie, quizás haya sido un tonto bromista o algo—respondió girándose hacia ella y depósito un beso en sus labios.—Ven, vayamos adentro, hay que terminar lo que estábamos comenzando—sonrió con picardía.

—Oh Tom—negó cerrando la puerta de entrada.

Y ahí estaba yo, como un completo idiota, un completo idiota que había llorado por ella, un completo idiota que la defendía de las bromas pesadas de los chicos, un completo idiota que pensaba que ella lo amaba como él lo hacía. Sentí mis ojos picar y luego como si todo fuera una jodida película romántica el cielo se nubla y comienzan a caer gotas de lluvia.

La maldita ironía para mi maldita patética vida.

Cora

—Esto es tan relajante—dijo Perrie con una tonta sonrisa mientras le hacían una pedicura.

Guerra de NiñerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora