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Kise de siete años no es precisamente lo que se llamaría un niño sociable, muy diferente a sus hermanas, los niños en el colegio lo miran con recelo, se burlan de su cabello o el largo de sus pestañas, lo llaman niñita, mientras hacen muecas de asco.

Kise solo aprieta los labios mientras sus manos tiritan.

Pero muy diferente a la reacción de sus compañeros, el de las profesoras es totalmente diferente, absorbidas por la grandeza de sus ojos, o su dulce sonrisa, le perdonan cualquier falta. Y entre suaves caricias en su pequeña cabeza, es tomado de la mano mientras espera en la puerta. Ve como las madres reciben a sus hijos paradas en el gran portón, con un dulce beso y alguna platica de lo enseñado durante el día. Él en cambio, espera por una hora, quizá dos, mientras los niños se van, sentado en el tobogán decide observar el cielo, quizá sea más interesante. Hoy en un día nublado, por lo que pocas formas son perceptibles en el cielo, la temperatura se reduce con el paso de los minutos, hasta llegar a helar sus huesos.

Un estornudo se escucha.

Se vuelve a sentar, mientras rebusca en su mochila, aquel extraño libro que logro que una de sus hermanas sacara de la biblioteca después de la visita a la misma la semana pasada. El gran libro, es lo más pesado que trae en la mochila, de tapa gruesa y desgastada, y roja cual vino; las yemas de sus dedos acarician con dedicación aquellos los bordes que ya han comenzado a pelarse.

Abre el gran libro en cuanto lo coloca en su regazo, dos páginas en blanco son el inicio de la misma, y al pasar la página una diminuta dedicatoria llega a ser visible, Kise la lee con esfuerzo casi deletreando, pasa a las siguientes que se ven plagadas de múltiples fotografías que no parecen tener un sentido aparente, solo son fotos al azar, todas en blanco y negro, sin algo que las conecte o relacione, salvo quizá el fotógrafo que las tomo. Una de ellas es una foto tomada en la estación de un metro, la toma es rápida y borrosa en su mayoría, donde se puede ver que la parte de atrás del tren desprende como una cola difusa, en una copia al último vagón, donde el rostro de las personas en ella, se reflejan entre líneas grises y amarillentas. Otra de ellas, es de un solitario bote en agua calma, no podría definir si es un lago o el mismo mar, pero el hombre que aparenta ser un pescador, parece recoger una red completamente vacía, mientras detrás de él, una intensa niebla que acaricia el mar e impide ver más allá, se visualiza.

Es así que se detiene en una foto.

En esta principalmente, se ve a un niño siendo sujetado por un adulto, solo la silueta de sus espaldas es lo que se logra ver, entre una difusa y espesa multitud, el niño parece arrastrar un cometa rota en una de sus pequeñas manos mientras la otra es sujetada por el adulto que parece darle una charla al infante. Quizá regañándolo, quizá solo alentándolo, sea cual fuese lo que el hombre parece hablar, hace que Kise desee el lugar de aquel pequeño de cabello oscuro. Tan solo por un instante, desea haber podido conocer a su padre. Pero a su vez sabe lo imposible que es el solo desearlo.

Su madre suele molestarse cuando lo pregunta, mientras sus hermanas agachan la cabeza entristecidas.

Kise no vuelve a preguntar.

No sabe porque, pero está mal.

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Sensorial  » [ AoKi ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora