CUARENTA Y DOS.

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- Andreeees - le llamé con un tono cantarín, cerrando la puerta e intentando guardar el dinero por mi servicio y que la muñequita no se me cayera de los brazos.

Todo un trabajo digno de llamar malabarismos humano-dineril.

- ¿Que pasa? - dijo saliendo de nuestra habitación con solo una toalla rodeandole la cadera.
Solté una risita.
Seguramente estuviera en la ducha y se habría asustado al haberle llamado.
- Mira que visita más bonita tenemos. - dije mirando hacia abajo. Alexia extendía hacia arriba sus regordetas manitas y sonreia a la vez.

Viendo esta parte buena de los bebés, me daban ganas de ser mamá ahora mismo, pero luego recordaba todo el tiempo y dedicación que necesitaban y se me desinfló la ilusión como un globo.

A Andrés se le iluminó la cara. Estaba más claro que el agua que le encantizaban los niños.
Alexia solo tenía una semana, íbamos a visitarla todos los días durante esta semana a su casa, por petición explícita de Andrés, claro. Y todos y cada uno de los días, le llevaba un regalo diferente: una mantita, un osito de peluche, un juego de chupetes y demás.
Sólo tenía una semana y ya la estaba consintiendo.

Se acercó con los ojos brillando de alegría y literalmente, me arrebató a Alexia de las manos.

- An... - dije soltando una risita. - límpiate la cara, que se te cae la baba. - él levantó una ceja y me miró divertido sacando la lengua para luego empezar a hablar con Alexia.
¡Puf! Como si la pobre niña le entendira.

- Alexita, no se lo tengas en cuenta a la tita, ella solo está celosa porque te dedico más tiempo a ti, que a ella. - me dio una mira fugaz y divertida. Hice un puchero y me acerqué a ellos.

- Pues... ¡es verdad! An, antes pasabamos más tiempo juntos, pero ahora entre la universidad y ella - dije señalando con la cabeza a Alexia que dormía plácidamente sobre el pecho de Andrés -, no hemos tenido tiempo para nosostros. No hemos ido al cine ni a cenar, ni nada solos. No te pido que hagas algo de eso, no. A mi me basta con sentarnos en el sofá, abrazados y hablar de cualquer tontería hasta que nos venza el sueño. No quiero que me compres nada, ni que me lleves a ningún sitio caro, por que lo que yo más disfruto es estar contigo. - dije casi sin respirar. Al principio lo dije medio en broma, pero después salió de mi todo lo que pensaba.

Andrés dirigió una última mirada a la niña y la dejó sobre el sofá, durmiendo tranquilamente.
Se acercaba a mí con el semblante serio y pensaba que se lo había tomado a mal.

- Oye..., no te enfad - me cortó dándome un apasionado y dulce beso.
- Lo siento - dijo jadeante al separarnos por la falta de aire. - después de lo de mi hermana... - dirigió su vista al suelo.

- Hey, An. No te estoy reciminando nada. Me encanta que pases tiempo con la hija de mi mejor amiga, - apoyé mi frente con la suya-pero solo quiero que no te olvides de mi.

- Eso nunca - me miro serio, acariciando mi mejilla dercha con su dedo pulgar, mandando pequeñas descargas eléctricas a todo mi cuerpo, dándole un color carmesí a mis mejillas. Por más meses que pasaramos juntos, no podía dejar de sonrojarme cuando se trataba de él. - Pero, solo creía que... no sé. Me ilusioné, pero... - los ojos se le llenaron de lágrimas. Sabía que esto era algo doloroso para él, por lo cuál no sabía demasiado sobre el tema.

- Andrés - dije acariciando su nuca suavemente. -, no hace falta que hables de ello...

- No. - respondio sorbiendose la nariz. - Necesito desahogarme. Además - me tomó delicadamente la mano - si eres la persona con la que quiero pasar el resto de mi vida, deberías saberlo.

Withmore [¡EDITANDO!] | Anteriormente: Si Yo Fuera Ella...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora