40. La dama del vestido azul

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40. La dama del vestido azul

Mayo de 1293
En alguna parte de Inglaterra

Había demasiado ruido. Un buffet se estaba llevando a cabo, una mesa larga de madera se encontraba como el centro del lugar. Miles de hombres sirviéndose los bocados que otros no habían comido, las mujeres comiendo con delicadeza, riendo de los chistes de sus maridos y opinando con una sonrisa en el rostro.

Pero de alguna manera, ella se sentía fuera de lugar. El rey, por muy extraño que pareciera, la había invitado a ella y a su hermano menor al buffet. La comida era una celebración de haber vencido la batalla entre su gobernante y otro rey del Sur. Ella, guiada más bien por su madre y su familia para lograr encontrar un esposo con título, tuvo que ir. Su hermano la acompañó, también esperando que alguno de los generales se fijara en su muy agradable físico y decidiera que es válido para su ejército.

—¿En qué piensas Lillian? —preguntó su hermano, quien se sentaba a un lado. Lillian suspiró, tomó su tenedor y comió con sutileza su bocado de pollo.

—En cómo irme sin que nadie lo note, Dialon —respondió con una sonrisa. Su hermano también pensaba que era estúpido intentar lucirse en un buffet. Ningún hombre soltero prestaba atención por una esposa y ningún comandante iba a reclutar en el medio de una cena.

Siguieron comiendo, Lillian reía ante los chistes de un comandante alto y de gran físico, pero no esperaba que éste le diera cierta atención particular. Dialon hablaba con un hombre a su lado, de las guerras que estaban tomando lugar cerca de Escocia.

Siguieron comiendo hasta que el rey tomó su copa metálica y con un cuchillo la golpeó haciendo un ruido metálico para llamar la atención de todos. Los comandantes callaron, dejaron sus chistes y grandes victorias para después, las mujeres miraron al rey con ojos soñadores y Lillian se acomodó en su asiento mientras apreciaba la belleza del silencio.

—Quiero a agradecer a todos los que me apoyaron en esta gloriosa batalla —comentó el rey. Los comandantes, que eran alrededor de diez aplaudieron con fuerza y gritaron "¡Viva el Rey!". El mismo hizo un gesto con las manos para que el ambiente de silencio no se perdiera—. Además de este delicioso festín, he traído para ustedes a mis mejores servicios —detrás de la fila de la derecha, alrededor de veinte chicas de distintas edades y formas empezaron a bailar.

Todas tenían una botella de vidrio, probablemente llena de vino. Las mujeres hicieron un espectáculo simple mientras los hombres y mujeres que estaban de espalda giraban sus sillas para observar la gracia de las muchachas. Luego de eso, el baile se intensificó. Los presentes se levantaron de la mesa e hicieron una ronda alrededor de las mujeres mientras reían, tomaban y bailaban.

Cuando todos abandonaron la mesa, Lillian caminó hacia una esquina. Se acomodó con delicadeza el vestido azul que tenía y luego se colocó apropiadamente su velo plateado en los hombros, juntando ambas esquinas entre sus pechos. No se sentía cómoda con su vestido ya que éste resaltaba las cualidades de una mujer. Su madre le dijo que así tal vez era más sencillo que un hombre se fijara en ella, pero a ella le incomodaba muchísimo estar tapándose cada rato.

Por unos segundos perdió de vista a su hermano Dialon, pero lo observó bailando con una de las mujeres. Sonrió, al menos él la estaba pasando bien.

—¿Quién es esta hermosa criatura? —comentó una voz rasposa a su lado. Sus ojos verdes miraron a quien mencionaba tales palabras y se sorprendió al ver al Rey a su lado—. ¿No te gusta el espectáculo?

Lillian se agachó, haciendo una reverencia con la tela de su vestido. Luego observó los ojos avellana de su rey, cualquiera que dijera que él no era atractivo estaba muy equivocado. Lillian puso su mejor sonrisa, no para querer seducirlo (ya que se conocía que el rey no tenía reina, sino una banda de mujeres con las cuales se divertía); sino por cortesía.

Black Wings [Supernatural]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora