— Ya tengo hambre, Santi — su estomago rugía cual león— vamos a parar un segundo, solo a comer.
— Pero de que hablas mujer, solo faltan unos cuantos kilómetros — él estaba más tranquilo que un bebe dormido.
— ¡Santiago!, necesito ir al baño, auxilio— Santi reía de la cara de desesperación de Isabella, pensándolo un poco más, paso a una gasolinera. Isabella bajo del auto corriendo lo más rápido que pudo y fue al baño. Se le hacia injusto que cobraran por hacer pipí, pues las personas iban a dejar algo y no a llevárselo; se burlo en sus adentros por las cosas tan tontas que podía llegar a pensar cuando estaba a punto de ir al baño, al salir de ahí fue a una de esas tienditas 24/7 , se compro unas galletas y un jugo, a Santiago le gustaban los sándwiches sin orilla, pero no había de esos, así que opto por comprar uno de los que había ahí; para la gente normal.
— Ten, come — su cara de asco apareció de inmediato, sus cejas se levantaron y negó con la cabeza — parece que no me conoces del todo bien.
— Claro que lo hago — tomo los sándwiches y los abrió, el pan estaba suave, y se comió las orillas del sándwich uno a uno hasta que tenia de pronto los panes con unos cuantos cortes irregulares — ¡listo!, ahora come.
— ¿Me los voy a comer con tus babas? — ella se encogió de hombros pensando que no era problema.
— ¿Y desde cuando te importan mis babas?, una vez mi mamá me llevo a la escuela una manzana, tu eras el más comelón y nunca te llenabas con lo que te mandaba tu mamá así que le diste una mordida gigante cuando yo me la estaba comiendo, ahora no te hagas del rogar y come.
— Vaya, ¿aun lo recuerdas? — ya iba por medio sándwich, de plano que no tenia llenadera — y para nada, no me molestan tus babotas por toda mi comida, la verdad ya la extrañaba, como que le da a todo un sabor familiar.
— ¡Guacala, Santiago!, ahora si me diste asco— sus cejas se juntaron haciendo una mueca, al momento sus labios soltaron una risilla y dijo—creo que nos tenemos que ir, si no no vamos a llegar y no quiero haber salido de esa entrevista por nada.
El puerto era de lo más tranquilo, habían conservado sus ropas y a Isabella no se le hacia nada fácil caminar con tacones en la playa, no había querido quitase los zapatos porque temía que sus medias atraparan arena y le molestara al caminar.
— Aquí estamos — dijo Santi señalando un puesto de comida de mar: sardinas, atún, mojarras, calamar y camarones.
— ¿Pero de que hablas?, ¿que acaso la señora de ahí nos va a decir lo que queremos escuchar?— la señora era la cocinera y al parecer la dueña del lugar, era regordeta, de piel morena y con los cabellos chinos alborotados, algo así como un bombón de chocolate rancio; el bombón asesino.
— ¡mijos, échense un pecadito! — la forma en la que lo menciono la hizo sonar tan extraña que Isabella casi muere de la risa— Aquí hay lugare, sientensen.
— Un pecadito... no puedo con esto, Santiago — sus mejillas estaban rosadas y sus pómulos levantados mostrando su sonrisa, que tal vez pronto se volvería una carcajada.
Santi la condujo dentro y se sentaron en una de las tantas mesas de plástico, esta estaba forrada con un mantel contra cualquier tipo de derrames: caldo, refresco, agua e incluso salsa; el menú, solo hablaba de mariscos y "pecados". Como estaban llenos de las pequeñas chucherías que se habían comido en la tienda 24 horas decidieron comer solo un filete de pescado, Santiago, solo le había colocado limón y haciendo muecas iba comiendo poco a poco; mientras que Isabella había llenado aquel pedazo insignificante de pescado de un baño picoso con salsa, limón y sal.
ESTÁS LEYENDO
¡En las estrellas!
MaceraCiudad de México, en el año 2218. Los viajes al espacio exterior se han hecho una moda. Muchas personas sueñan con uno. Dos pequeños mejores amigos de clases sociales medias tratan de conseguir uno de esos tantos aclamados viajes. ¿Te quedas a descu...