Capítulo VII.

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-¡Has pedido mi ayuda! -exclamó la baronesa, y una sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro. Katherine observó sorprendida aquella transformación, impresionada al ver una expresión jovial en la mujer. El pelo castaño y liso era un complemento perfecto para su rostro anguloso de pómulos prominentes. Sólo los ojos enrojecidos y un cierto gesto de amargura ensombrecían su semblante. Cuando sonreía, tal como estaba haciendo en aquel momento, resultaba hermosa.

Katherine todavía estaba dándole vueltas a aquella observación, cuando entró Dunwort diciendo:

-Está aquí. Se despertará, me dije cuando apagué mi vela anoche. Es mejor que me duerma pronto porque ella estará lista y entonces serán mis oídos los que estarán zumbando.

-Llevamos bastante tiempo esperando una chica nueva -explicó la baronesa-. Ahora que estás aquí, tendremos mucha comida.

Dunwort levantó una pesada bolsa de dinero.

-Tengo el dinero. -Él y la baronesa se giraron para mirar a Katherine, esperando sus órdenes. Ella se limitó a parpadear. Su cabeza daba vueltas.

-¿Cu... cuánto puedo gastar? -tartamudeó al fin.

El hombre le entregó la bolsa.

-Será mejor que lo cuente. Su señoría querrá las cuentas claras.

-¡Ya me ha pedido ayuda! -exclamó la baronesa con evidente alegría.

Dunwort aplaudió.

-Yo sabía que era inteligente. -Se inclinó y abrió la bolsa ante Katherine, sacando un billete de una libra-. Siempre empezamos primero con el menú. ¿Compro algo para desayunar?

Ligeramente mareada, Katherine no pudo más que asentir. Dunwort tomó su sombrero de manera respetuosa y desapareció por la puerta trasera. Entre tanto, la baronesa sacó una caja de té que tenía escondida entre los pliegues del vestido y tranquilamente sirvió té para las dos. Consiguió papel y tinta y se sentó, como si fueran viejas amigas.

La muchacha casi no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Hacía sólo unos minutos aquella mujer se había comportado como si Katherine fuera la más fastidiosa de las intrusas, indeseable y despreciable. ¡Incluso había mentido sobre el té! ¿Qué tipo de casa convierte a sus huéspedes primero en enemigos y luego los acepta misteriosamente como amigos? ¿Y cómo iba a sobrevivir ella en una casa tan extraña? Era tan distinto a todo lo que conocía...

-El futuro se aclarará por sí solo. Por ahora haz lo que dice y quédate tranquila.

Katherine se sorprendió con las palabras de la baronesa. ¿Acaso sus pensamientos eran tan obvios? Aturdida, se refugió en una verdad a medias.

-Lo siento. Estaba pensando en mi familia y en cuánto los echo de menos.

La aguda risa de la baronesa la detuvo.

-Nunca mientas. Sabemos lo que estás pensando. Hemos visto a otras seis muchachas pasar por lo mismo.

-Entonces, ¿por qué se muestra usted tan amable de repente? -dijo Katherine con brusquedad.

La baronesa tardó unos instantes en responder, bebiendo un largo sorbo de té antes de hablar.

-Porque has solicitado mi ayuda. Recuerda, ahora eres una dama. Nadie te ofrecerá ayuda con este tipo de tareas.

Katherine no pudo contener la risa.

-Le aseguro, baronesa, que pedir ayuda nunca me ha resultado difícil. De hecho, dadas mis responsabilidades en la parroquia, resultaba un requisito indispensable.

Quiero PecarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora