13. No todo suele ser malo

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Busqué en todos lados intentando encontrarla, ¿Dónde pudo haber ido?, en los salones no estaba, en el salón de educación física tampoco estaba, en los baños no lo creo, mordí mi labio pensando en donde se había metido. Me dolió verla salir así, me dolió verla tan distante. ¿Qué había sucedido?, ¿Por qué esa actitud?, su propia amiga había dicho que desde ayer estaba así. Bajé las escaleras intentando no preocuparme más, sólo debía buscar...¡Eso es!

¿Cómo había sido tan tonto en no revisar allí?

Rápidamente bajé los escalones apresurándome en llegar al auditorio, ese mismo lugar donde ella les enseñaba algunos pasos de baile a sus amigas. Esperaba encontrarla ahí o de lo contrario no sabría donde más buscar.

Me acerqué a las puertas rojas, empujé con cuidado entrando al lugar silencioso y algo oscuro, miré el escenario donde Jazmín había estado ensayando con las chicas, suspiré y detuve mi respiración al escuchar algo. Miré hacia uno de los asientos del medio, caminé acercándome sin hacer ruido, no quería que huyera de mí o pidiera estar sola. Si lo hacía entonces tendría que obedecerle.

Lentamente me terminé de acercar, allí estaba ella, su bolso estaba sobre uno de los asientos, a su lado. Estaba sentada en el suelo entre esos asientos rojos, abrazaba sus piernas y su rostro se mantenía oculto entre sus rodillas, respiraba con dificultad y su espalda parecia temblar pero pude descubrir que Jazmín intentaba ocultar el llanto. Me dolió verla así, me sentí como la peor persona del mundo.

Dejé mi bolso cerca y me senté a su lado con cuidado, antes de poder decir algo, Jazmín me abrazó ocultando su rostro en mi pecho, la rodeé con mis brazos apoyando mi mentón sobre su cabeza, esperé que se calmara un poco para poder hablar sobre el tema.

—Tranquila, todo está bien—intenté consolarla siendo lo más dulce posible. Su perfume era algo suave y elegante, una combinación que le quedaba muy bien.

—No, no lo está—sus sollozos regresaron y sus brazos se aferraron más a mí. Acaricié su cabello queriendo calmarla.

—¿Quieres decirme que sucedió?—susurré—Prometo no decirle a nadie—al decir eso, se alejó un poco mirándome con sus ojos rojos e hinchados por las lágrimas, intenté limpiar sus mejillas rosadas mirándola fijamente.

—Odio mi vida, Darío—bajó la mirada intentando contenerse.

—¿Tus padres te hicieron algo?

Ella negó al instante pero volvió a mirarme, suspiró profundo y su cuerpo tembló un poco.

—No exactamente.

—Intenta calmarte, nadie nos escuchará aquí—sonreí un poco sin obtener una respuesta por su parte—¿Qué pasó?

—Ayer en la madrugada escuché que mis padres discutían de nuevo—pareció nerviosa y a punto de llorar de nuevo, apartó sus ojos de mí bajando la cabeza—Mi padre llegó muy tarde al estar en casa de sus hermanos pero mi madre no cree eso y yo tampoco lo creo, Darío.

Esperé a que continuara sin querer interrumpirla.

—Escuché unos gritos y fui de inmediato a la sala, mi padre había empujado a mi madre al sofá y no soporté ver eso—comenzó a sollozar mientras su voz se quebraba por completo—Lo golpeé Darío, le grité que era una bestia, un animal, un imbécil y una completa mierda. Le grité que si volvía a tocar a mi madre entonces yo lo golpearía de nuevo y...—no pudo seguir ya que el llanto la había interrumpido. La abracé fuertemente—Odio mi vida.

—No digas eso, por favor—pedí sin soltarla aún.

—Es la verdad, mi padre sólo quiere humillarnos, le encanta hacerlo—dijo entre dientes aferrándose a mí como si temiera que fuera a desaparecer—No hace nada en la casa, sólo trabaja y compra muy poco comparado con lo que hace mi madre, lo odio, Darío. ¿Por qué todos los hombres son así?, ¿Por qué ellas sueñan con casarse si saben que siempre saldremos lastimadas?—quiso saber pero no tenía respuesta para eso.

Déjame Conocerte (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora