Capitulo 26 - FINAL

58 2 12
                                    

Me encontraba en una especie de nube. Tranquilidad, armonía; me sentía como si estuviera junto a aquella chica del hospital. Sí, así había decidido llamarle. De un momento a otro todo se fue haciendo todo visible. Ante mis ojos aparecían, poco a poco, caras conocidas y no conocidas, como una película. No entendía, pero no le presté atención. Poco después desperté en un hermoso lugar. Había un lago, un hermoso jardín lleno de girasoles de distintos tamaños, con un amarillo brillante que podía iluminar el lugar. Arriba de una pequeña colina se encontraba un árbol. Uno muy parecido a ese dónde Tomas me sorprendió el día de mi cumpleaños. Luego de haber observado todo con mucho énfasis, pude ver a lo lejos una sombra, algo reconocible. Parecía ser Mirada de Café. Les juro que corrí, y corrí. Luego de varios intentos, supe que no podía moverme del lugar. Hice lo que pude. Arrojé piedras, tierra, girasoles, grité a toda voz, pero nada resultaba.

- Sólo observa. -dijo una voz

Segundos después apareció otra sombra. Pude notar que era mujer. Sus cabellos bailaban con el viento mientras corría a los brazos de quien parecía ser Tomas. En el ultimo momento, como era de esperarse, saltó sobre él, y cayeron juntos al suelo, haciendo también contacto con sus labios. No comprendía la causa del sueño, pero preferí mantenerme en silencio, y observar la escena. Llorar, eso era lo único que mi corazón anhelaba. Agaché mi cabeza, y dejé escapar una lágrima, pero sus voces me interrumpieron.

- Tenemos que hablar. -dijo el chico. Supe que se trataba de Tomas, su dulce y melodiosa, pero masculina voz, era única. No se confundía con ninguna otra. - Necesito hablar de tu condición. -se detuvo.

- ¿Condición, de qué hablas? -la niña dijo confusa.

- Nicole, mi querida Nicole, hemos llegado muy lejos. Desde el principio te quise, nos queremos. -se detuvo y suspiró- Lo que sucede es que...

- ¿Podrías decirme de una vez? -la niña ya se encontraba angustiada, lo sabía. Es decir, era yo.

- Eres... Es decir, estás... -un fuerte grito quitó toda mi atención. Desperté.

No podía creerlo. Todo era un sueño, y quedé sin saber a qué se refería mi Tomas. Aquél grito había sido aterrador, sobre natural, desgarrador. Desperté y opté por ir a investigar de qué se trataba. Juraba haberlo escuchado cerca, así que tal vez habría sido un paciente del mismo piso. Comencé a caminar por aquél largo, y no muy alumbrado pasillo. Muy distinto a un pasillo de un hospital, de hecho. Por alguna razón, mi puerta y unas dos más eran las únicas en éste largo pasillo, lo cuál no era muy normal. Continuaba ignorando toda serie de detalles que no encajaban, y fui hacia el ascensor. El autor del grito aún continuaba con sus sollozos, y eso me daba esperanzas. No entiendo porqué sentía tanta curiosidad, pero bueno, la razón del grito debía ser razonable. Me levantó de un gran sueño, justo cuando Tomas parecía decir algo importante. Me adentré en el ascensor, y esperé que el mismo llegara al siguiente piso. Al parecer estaba en el más alto, asi que debía ir hacia abajo. Mientras estaba allá adentro los gritos se hacían más insistentes. Observaba mi atuendo, y parecía ser una bata blanca, con varias pulseras aparentemente del hospital, y unas pantuflas, azules como el mar. Se abrió la puerta del ascensor, permitiendo mi paso.

- Al fin. -susurré

Corrí por el pasillo. No tenía muchas cosas distintas al que me establecieron, pero se veía más acogedor. La pintura parecía fresca, y un aroma a flores se hacía notar, adentrándose por mis fosas nasales, hasta poder crear una alergia. Justo cuando llegaba a la primera puerta abierta, estornudé, y hubiera querido no hacerlo. Alarmé a la persona que permanecía adentro, la cuál empezó a gritar peor que la anterior, que por cierto, no se encontraba en ese piso. Unos gritos que afligían a cualquiera, y por eso decidí acercarme a ver.

Querido diario (•terminada•)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora