Wicked Game «Benlos» [ACTUALIZACIONES LENTAS]

«Tengo... algo que decirte.»

POR LOS 2 K. No son muchos pero se lo merecen. Los amo.

Cada vez se hacía más próxima la fecha en la que la gente del reino se enloquecía por el muy esperado día en el que por fin Ben podía ser completo rey de Auradon. La mayoría de los habitantes estaban ansiosos por saber cómo el chico rubio se desenvolviera frente a su reino ya no más como príncipe, sino que como un rey de verdad, a quien le deben respeto y lealtad. Pero había algo que tenía a Ben un poco ido o ausente. Y se trataba de nada más y nada menos que del mismísimo hijo de la villana, Cruella DeVil, sí... Carlos DeVil.

Repentinamente el chico de pecas comenzó a actuar de manera sospechosa y un poco preocupante. No se alarmen, Carlos estaba bien. No obstante, cada vez que Ben iba a hablarle, no podía evitar bajar la cabeza y apartar la mirada. Esto, increíblemente, hacía que Ben se sienta confundido. No sabía la razón de por qué él actuaba así, sólo se preguntaba qué habría hecho el mismo para merecer aquel trato de parte de su amigo. Y mucho más dolía siendo Carlos.

Ahí estaban ambos, en aquel lugar que se convirtió en su santuario, su refugio y su único lugar seguro y libre de todo aquello que haga daño. Y una verdad era que no importaba si era ese o no el lugar, lo único que hacia hacía para ellos la diferencia, era la compañía. Si Ben se encontraba en ese lugar, junto a Brad, sólo iba a ser un lugar más en el medio del bosque donde nadie más habitaba, es más: probablemente olvidaría el lugar exacto en el que estaba... Pero, lamentablemente el destino no quiso que sea así; el destino quiso que sea Carlos quien acompañe a Ben, el destino quiso que ese lugar verde lleno de naturaleza sea significativo para él, el destino dijo que ellos merecían un espacio en medio del bosque encantado donde su propia magia sucedía. Y era la magia más pura, la del amor. No me cansaría de narrar las innumerables veces en las que Carlos quedaba dormido con la cabeza sobre el regazo del príncipe, mientras que Ben miraba su rostro descansar plenamente, sonriendo como cual tonto enamorado lo hace; o también las veces en las que Ben acostumbraba llenar el silencio de aquel espacio natural con su voz, cantando para el hijo de Cruella, quien podría pasar su eternidad misma oyendo la voz de Ben. Y sentía como si sólo necesitara eso para llenar espacios vacíos, espacios que no llenaban la comida o los videojuegos, eran repletos de momentos en los que podía contemplar al hijo de Bella y Bestia en su más pura expresión, observando con qué tanta facilidad podía hacer que una hoja de papel se convirtiese en arte, con cuánta pasión el ponía su corazón en manos de algo tan liberador como la música, con cuánta paciencia Ben le enseñaba a Carlos pequeñas cosas que jamás olvidaría ni aunque quisiera. Es como querer inmortalizar a una persona en tus recuerdos, como querer tener para siempre esas cosas que son características de él o ella. Lo único que sucedía allí, era que ellos no corrían riesgo alguno, ninguno de ellos iba a desaparecer de la vida del otro. Ambos estaban tan seguros de que, con todo lo que el otro le entregó, no había manera de que fuese a quedarse sin él. Era como tener asegurada la felicidad, como ganarse el cielo de una sola vez, junto a esa persona, como si lo eterno no fuera suficiente, como si el resto de tu vida tiene como inicio y fin a una sola persona. Y era eso lo que hacía que ellos se den cuenta de su amor.

— Ben...—Carlos habló, viendo como idiota cómo su amigo rubio desenfundaba una guitarra que era conocida por él.

—¿Sí?— Ben hablo suavemente mientras se sentaba junto con su guitarra, empezando a afinarla de a poco.

—¿Para qué necesitas eso?— Carlos miró a Ben hacer algo tan simple como afinar una guitarra, y le parecía algo asombroso. Como si el simple hecho de que Ben lo este haciendo, lo vuelve interesante.

— Quería vieras cómo lo hago...— Ben sonrió, sin apartar la mirada de las cuerdas de la guitarra acústica, haciendo que Carlos deseara besarlo con todas sus fuerzas,— Además,— El príncipe sonrió y miró a Carlos,— supe que cantas, y quiero que lo hagas conmigo...