Capítulo 10

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>Narra Luke<

 ¿Me acerco? Igual quiere estar sola. Y… ¿qué hace aquí? Ha quedado con Erika dentro de una hora. ¿Por qué llora? ¿Y si alguien le ha hecho daño? Debería acercarme. Pero igual la molesto. Vale, voy.

 Avanzo un paso y freno. Mejor me voy a casa y ya vendrá Eri. Quizás solo necesita una chica. Para hablar y tal. Sigo mirándola como un idiota raro, con la escoba en la mano y decido darme la vuelta. Eskai… Pero justo cuando iba a irme, ella levanta la cabeza hacia mí. Como si me hubiese oído pensar su nombre. Nos miramos unos segundos eternos, pero se levanta y se va a toda prisa hacia el parque. De repente me descubro siguiéndola hacia donde se ha ido.

-¡Eskai! ¡Espera!

 Ella sigue medio corriendo entre los árboles y se dirige hacia los columpios. Se mete en una casa de plástico pequeña para niños. Me acerco a la puerta y me asomo.

-Hola…

 Ella está en la esquina más alejada. Dejo la escoba en el suelo de la caseta, ella la mira curiosa pero no dice nada. Intento entrar para sentarme frente a ella. Me doy un golpe en la cabeza. Me mira y se ríe. Pongo mi mano donde me he dado el golpe.

-Ay… -Susurro.

Me siento en la entrada, medio dentro medio fuera. Soy demasiado alto, no quepo muy bien. Ella es pequeñita. Le saco dos cabezas o más. Me mira ladeando su cabeza.

-¿Te duele? –Sigo con la mano en la nuca.

-No, no mucho. Y… ¿a ti? ¿Te duele?

 Ella agacha la cabeza y asiente, abrazándose a ella misma. Ojalá pudiese acercarme a ella, abrazarla, protegerla con mi brazo para que no le duela así, sea lo que sea. Sentarme a su lado y que esté más segura, besarla para verla sonreír otra vez y que nunca más se sienta atacada. Espera. ¿Qué acabas de pensar, Hemmings? ¿Besarla? Agacho mi cabeza, escondiendo mi estupidez.

-¿Por qué has comprado una escoba?

-Michael ha roto la mía y no puedo barrer.

 No sé por qué pero le hace mucha gracia, lo que me hace sonreír un poco. Tiene los ojos rojos. La nariz y las mejillas también, pero ya no salen lágrimas de sus ojos. Estira las mangas de su sudadera y esconde en ellas sus manos. Es monísima.

-¿Quieres hablarlo?

 Niega con la cabeza, sorbiendo por la nariz.

-Vale.

 Me quedo callado. No soy de palabras. Prefiero pensar. Mi cabeza va a una velocidad distinta, los pensamientos van y vienen sin mucho sentido pero siempre tengo claro lo que quiero. Y ahora quiero que ella esté bien.

-¿Quieres venir ya a casa?

 Vuelve a negar, esta vez con más energía. La miro interrogante.

-No quiero. –Susurra.- No quiero que me vean así.

-No hay nada malo en sacar lo que llevas dentro para vaciarte de mierda y poder llenarte de cosas buenas.

 La mirada que me dedica no la había visto nunca. Es de asombro y orgullo pero incredulidad a la vez, y también un nuevo brillo.

-Puede… Pero no están ciegos y seguro que estoy rojísima y horrible.

-Horrible es un concepto erróneo.

 Sonríe y baja los ojos avergonzada.

 -Eskai. –Ella coge aire de golpe y lo aguanta sin expulsarlo, mirándome.- ¿Salimos?

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