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Elizabeth se dejó caer en su cama con unas cuantas lágrimas.
Ella lo sabia perfectamente, alguien la acechaba, no estaba loca al sentirse incómoda de la nada.
Miró la carta una vez más y se abrazó así misma, fue a bañarse algo temerosa.

- haaaa... -suspiro con pereza-.

Ya era tarde, se puso su pijama y a dormir se ha dicho, o bueno lo intentó ya que no dejaba de rodar por la cama intentando que aquella carta abandonara su mente, el cansancio cerró sus ojos finalmente.

(...)

Elizabeth se veía muy linda al dormir, estaba tan en paz miré detenidamente su figura marcada en la sabana blanca que la cubría, me gustaba mucho su cuerpo...
Tome mis tijeras y corté un mechón de su cabello, agarré su falda y la cambié por otra que hice hoy, esta era mucho mas larga.

Mañana me sentiría tan complacido al verla con lo que le hice.
No tendría opción, sonreí agachándome a su altura, su respiración chocó contra mi rostro y podía apreciar mas de cerca sus labios... Eran tan lindos y frágiles, en un impulso con mi dedo índice acaricié la silueta de estos... Parecían ser de seda.

Podía oír su sangre fluir, tenía un olor encantador que me dejaba estúpido cada vez que la tenía cerca. Mis colmillos sobresalían de mi boca, quería probarla de una vez pero su perro estaba acostado unos metros mas lejos y debía evitar que me ataque... Además que seguramente ella terminaría por odiarme y obviamente no quiero eso.

Retrocedí antes de cometer un error y regresé a mi hogar sin dejar de acariciar el suave mechón castaño.

Atentamente: Tu Dueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora