NARRA SABRINA
-Amiga, esto nunca pasa-. Me dio unos golpes en la espalda para tranquilizarme, o eso parecía. -¿Qué tal el beso, que has sentido?- Me preguntó Amanda entrando a clase, la cual seguía bacía.
-Pobre de mi queridísima amiga ¿que puedo hacer?- Dramaticé colocando mi brazo en mi frente. Me coloqué normal y le apunté con mi mano. -A sí, lo sé. Responder a su estúpida pregunta. Besó bien, sentir nada-. Me senté y saqué los libros de matemáticas.
Mi amiga iba a hablar, pero el profesor entró a clase y detrás de él los demás alumnos, tuvo que cerrar la boca.La hora pasó rápido y la siguiente clase, lengua, también. Tocaba educación física ahora, todos los alumnos nos fuimos a nuestros respectivos aseos. Nos pusimos la ropa de deporte y salimos al patio hacer estiramientos.
La profesora silbó con su pito negro con rallas blancas y nos colocamos en una fila, alumno al lado de alumno, yo me coloqué entre Noa, una chica de mi altura, con el pelo rizado atado en una coleta alta y pelirrojo, pecas en sus mejillas -bajo sus ojos- y en la nariz, ojos verdes y naranjas. A mi otro lado estaba Amanda. Era una fila larga, ya que en clase somos treinta.
-¡A VER! HOY HAY PRUEBA DE RESISTENCIA, TREINTA MINUTOS ¡SIN! PARAR. ¡¿ENTENDIDO?!- Respondimos con movimiento de cabeza, afirmando. -¡PREPARADOS!- Ajustó su cronómetro. -¡LISTOS!- Se alejó un poco y preparó su pito acercándolo a su boca. Pitó. -¡YA!- Empezamos a correr con un ritmo normal. Pasados los cinco minutos empezamos a ir más lento. Pasados diez más -en total quince- iba casi a paso tortuga.
Me caí al suelo retorciéndome del dolor, al parecer me torcí el tobillo.
En el mismo patio había otro campo, uno de fútbol -el nuestro- y de baloncesto -el que estaba el otro profesor dando clase a primero de bachiller.
Sam vino corriendo, siendo el primero en darse cuenta de mi caída. Se agachó hasta ponerse a mi misma altura y apartó mis manos de mi tobillo poniendo las suyas, acariciándolo y masajeándolo.-¿Me estás acosando o que?- Le dije en broma. Me miró serio. -Chiste-. Le miraba seria mientras decía la palabra, luego me reí.
-Es una pequeña torcedura, al principio duele mucho y puede llegar a quemar, pero con hielo el dolor se te irá y mañana estará como nuevo, pero necesita reposo-. Me cogió en brazos y me llevó hasta la cafetería. En ella habían dos puertas una daba al claustro y la otra al patio. Me sentó en una silla y me dio otra para apoyar el pie, se alejó un momento hiendo a la barra y cuando volvió enrolló una toalla blanca en mi tobillo, dentro de ella había hielo.
-Gracias-. Le abracé con fuerza. Entró la profesora y nos separamos.
-Profesora dejadme explicar-. Intentó hablar Samuel.
-No Sam, ya se lo digo yo. Profesora, como sabe estábamos corriendo y me he torcido el tobillo. Él-. Señalé a Sam. -Me ha ayudado a venir aquí, yo sola no podía y me ha traído hielo.
-Vale, pero la última-. Nos señaló con su dedo índice advirtiéndonos. -La próxima vez decírselo a cualquier profesor que tengáis cerca-. Se marchó por la otra puerta, la que se conecta con el claustro en dirección a conserjería, secretaría y sala de profesores.
-Pensé que no nos íbamos a ver en toda la mañana y nos hemos encontrado dos veces-. Comentó Sam con una sonrisa y subiendo y bajando sus cejas varias veces.
-¿Sabes que siento ahora mismo?- Sam negó con la cabeza al miso tiempo que se veía confundido. -Enfado y odio, pero no lo puedo demostrar. ¿Sabes porqué? ¿No? Pues no te lo voy a decir porque ya lo sabes.
-¿Para que me preguntas si no me los vas a decir?- Me preguntó al mismo tiempo que se sentaba en una silla al revés con el respaldo delante suya.
-Para dejarte con esa cara-. Señalé todo su rostro riendo. -Y dudoso-. Le guiñé el ojo derecho y él rió sin mostrar sus dientes negando con la cabeza.
Nos quedamos unos segundos mirándonos a los ojos sin hablar, hasta que decidió abrir su boca.
-Siento...- Rascó su nuca al mismo tiempo. -Haberte molestado con el beso que te he dado. No pensé.
-Da igual-. Subí los hombros sin importancia. -Y ya lo sé. Eres un cabeza hueca-. Toqué su cabeza golpeándola suavemente con mis nudillos y sonriendo, con él me sentía bien y no sé porqué.
Le miré a los ojos un rato largo y él a mí.
-¿Qué?- Decide preguntar.
-¿Me estabas espiando?
- Pues sí-. Vale, esa respuesta es la única que no me esperaba. -Pensé que te habrías enfadado por lo que hice antes, necesitaba hablar contigo.
-Igualmente, no termino de entenderlo-. Le informé.
-¿No entiendes el que? - Me preguntó mientras se acercaba a mí para no sé que cosa. Pasó sus brazos por debajo de mi.
-¿Donde me llevas? - Me levantó.
-A mi mesa. Llega la hora de comer y quiero que estés conmigo-. Me sonrió y me dejó en su parte de la mesa haciendo que apoyara el pie en una de las sillas.
-¿No te estarás aprovechando de mí para dar celos, no? - Achicó sus ojos.
-¿Como puedes pensar eso de mi? - Subí los hombros en respuesta.
-No sé, puede que sea porque llevamos muchos años en el mismo lugar y nunca hemos hablado y mucho menos nos hemos mirado mutuamente y, derepente, nos hacemos mejores amigos porque nos hacemos vecinos.
-¿Eso es lo que piensas? - Me quedé callada observándole. -¿Te cuento lo que pasó? - Afirmé con la cabeza. -Empezó el día en que tu madre vino a visitarnos para darnos la bienvenida. Yo me fui a subir a mi habitación mis maletas y demás.
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No Entiendo De Besos #1 (Sin Editar)
Jugendliteratur-Removería cielo y tierra solo para que estuvieras a salvo. No sé que haría yo si te pasara algo-. Le dijo él a ella.