Capítulo 7

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Aki fue recibido con vítores por sus compañeros de banda, pero Kei no se unió a la celebración. Mao se ofreció a invitarlos a todos a unas cervezas -que tendrían que robar en el supermercado de la esquina al ser menores de edad- pero Kei emitió una rotunda negativa y empezó a caminar. Aki fue detrás sin decir nada.

—¿Qué haces?—

—Te acompaño a casa...—

—No me habías dicho que tu anterior instituto era el de Tsuzuku.—el rubio lo miró de soslayo.

—No me...has preguntado.—

—Tú nunca dices nada aunque te pregunten. Y tampoco dejas que te toquen en público.—

—Ya...—

—Koichi lo ha hecho.—

Aki y Kei llevaban teniendo una relación de "quiero y no puedo" desde que se conocieron. La forma en la que se enamoraron había sido casi mágica, desde el primer momento. Aki siguió a Kei como si fuera el curso natural de las cosas, y Kei se acercó al pelinegro como si estuviera atado a él de alguna forma. "La teoría del hilo rojo del destino", se diría.

Sin embargo nunca habían puesto etiquetas a su relación, no era algo que fuera con ellos. Kei era todo un "espíritu libre" y...Aki tenía sus peculiaridades. Simplemente eran dos personas muy cercanas entre sí a nivel emocional aunque nadie pudiera notarlo en el plano físico.

—Koichi es así...—

—Y por qué no lo apartas como al resto.—

—Porque hemos pasado muchas...cosas juntos.—

Una pequeña parte de Kei se rompió entonces, en silencio, como saliendo de puntillas de una habitación oscura por temor a despertar a la persona que duerme en ella.

—Qué tipo de cosas.—inquirió un poco más aunque hubiera dolido.

—Tristes.—

Tristes. Qué más podía esperar. ¿Una frase completa, quizá?

—Claro.—el rubio aceleró el paso.

—Kei...—el otro trató de ir a la par que él—¿Estás...?—

—Cállate.—

—Celoso...—

Eso era nuevo para Aki. En toda su vida nadie había sentido celos por él, tampoco le había gustado especialmente a nadie. Siempre supuso que no era el tipo de persona querida por alguien, o el tipo de persona que la gente temía perder. Cabía destacar además que la falta total de contacto físico o intercambio verbal con el mundo disminuía aún más -si cabe- las posibilidades de que alguien se sintiera de aquella forma por su culpa.

—Qué pasa.—

Aki quería hablar, quería decirle a Kei que lo quería, que quería besarlo, y que aunque fuera frío no significaba que no quisiera estar con él, pues cuando le gustaba alguien era lo más parecido a un perrito faldero. Quería mantenerse cerca de esa persona, cuidarla, velar por ella, hacerla feliz...

Todo eso y mucho más debió salir de la boca de Aki, pero al verse incapaz de articular palabra, hizo lo único que podía hacer sin tener que hablar.

Y lo besó.

—Mm...—Kei rápidamente perdió las energías para quejarse, y se dejó hacer, apoyando su espalda en la pared, dejando que Aki profundizara el beso cuanto quisiera.

No hubo palabras cuando se separaron, solo una sonrisa de Kei y un mordisco en el cuello de Aki, que acabó convirtiéndose en una marca roja y amoratada.

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