Capítulo 3

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—¡Podéis iros todos a la puta mierda!—el sonido de la puerta corredera abriéndose de golpe, seguro que se quedaría atrancada por unos días

Tsuzuku salió de clase apurando su paquete de tabaco, después de una escena poco más que patética para él; dos profesores habían tenido que sujetarlo para que cediera en su intento de violar o golpear a Yuuki hasta quedarse satisfecho, después de que esta lo provocara insultándolo, no recordaba exactamente cómo. Y lo peor es que mientras Tsuzuku lo amenazaba con todas las barrabasadas que pensaba hacerle cuando lo soltaran, Yuuki se mantenía altanera, diciéndole que era muy poco hombre y que no sabía resolver sus conflictos como las personas normales.

Efectivamente, no sabía. Golpeó una papelera de camino al río. Nunca le había puesto la mano encima a una mujer, iba en contra de sus principios, que aunque fueran pocos, tenía. Pero aquella chica era diferente, quería dominarla más allá del ámbito sexual, quería tenerla a sus pies, y por mucho que él hiciera no parecía intimidada. Por supuesto, eso lo sacaba de quicio, estaba acostumbrado a que todos cedieran ante un poco de violencia física, incluso sus profesores y las figuras de autoridad a su alrededor. Para Tsuzuku el puzzle del mundo podía resolverse uniendo golpes, y estos le llevarían a cualquier lado.

—¿Mm? ¿No te ibas a quedar toda la mañana a dormir en clase?—Koichi, sentado sobre las barras para atar bicicletas, se quedó mirándolo extrañado.

—No. Al final no. Dame tabaco.—el pelirrosa le acercó su propio cigarrillo a la boca—Gracias.—lo agarró con sus dientes y cogió una bicicleta que no estaba agarrada, levantándola por encima de Koichi para lanzarla al río.

—¿Qué te pasa?—el pelirrosa no se inmutó a pesar de la agresividad con la que venía cargado el otro, ya era algo habitual en él—Es por Yuuki-chan, ¿verdad? ¿Qué ha hecho esta vez?—

—Bájate los pantalones.—no estaba para explicaciones

—¿Ah?—

—¡Que te los bajes!—si hubiera tenido un arma lo hubiera amenazado con ella

—...—Koichi bajó al suelo, apoyando sus manos en los hombros de Tsuzuku—Tranquilízate...—lo miró a los ojos—Mírame y respira, está todo bien...—

Cualquier persona en su misma situación se hubiera bajado los pantalones y rogado por clemencia. Pero Koichi no era así, tenía ese tipo de complejo de Mesías, él de verdad pensaba que podía "salvar" a Tsuzuku de sí mismo, de algún modo...

—¡No me tranquilizo!—pero esta vez las aguas no se abrieron, y Tsuzuku le golpeó, haciéndolo caer al suelo.

—Ah...—el pelirrosa se llevó una mano a su mejilla adolorida—Tsuzuku...—este lo levantó agarrándolo del cuello de la camisa y le dio la vuelta, empujándolo, haciendo que los huesos de sus caderas se golpearan contra la barra de metal, lo que formaría dos enormes círculos morados en su piel próximamente.

—¡Ah!—Koichi cerró los ojos ante el golpe, sabiendo que ya no había forma humana de pararlo, aunque eso no lo desanimó a intentarlo—Tsuzuku para...todo está bien...—los pantalones de su uniforme ya habían descendido por la piel de sus muslos—Tsu, por favor...—intentó emplear un tono dulce que pudiera calmarlo, como el que usaba después de que lo hicieran en la cama como un par de novios, pero su ropa interior también fue hacia abajo—Tsuzuku...—un último intento, con el aterrador sonido del cinturón de su líder desabrochándose de fondo—¡Aaaaah!—intentó clavar sus uñas en el frío metal, sin conseguir nada más que levantárselas un poco, y sus ojos se humedecieron, no de angustia, ni de miedo, sino de dolor puro—Tsuzuku...despacio...—rogó

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