Capítulo 18

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Al alba del séptimo día, Koichi había caído rendido en la cama tras haber pasado toda la noche cuidando de Tsuzuku; pero cuando despertó él ya no estaba ahí junto a él.

—¿Tsu...?—se incorporó en la cama, pero no obtuvo ninguna respuesta.

Un pensamiento horrible cruzó su mente en aquel instante, y corrió al cuarto de baño. Y efectivamente, ahí estaba Tsuzuku, sentado en el borde de la bañera, luchando por encender uno de los cigarrillos de Koichi con sus manos temblorosas:

—¡Qué haces!—un manotazo, y el paquete de tabaco salió volando.

—¡Dijiste que no me pararías si quería volver a fumar, que era cosa mía!—

—Has llegado muy lejos como para que sea solo cosa tuya.—Koichi se sentó sobre su regazo, bloqueando las posibilidades que el otro tuviera de levantarse—Vamos a pasar por esto juntos.—tomó sus manos—¿Entendido?—

—Déjame en paz. Solo quieres joderme.—

—Lo dices porque estás con el mono.—Koichi se levantó—Venga.—lo empujó para que cayera en la bañera—Que estás hecho un asco.—

—¡Koichi!—

—¿Te quito yo la ropa?—

—Eres gilipollas.—Koichi encendió el agua para empapar a Tsuzuku—¡Oye!—

—Haberte quitado la ropa cuando te lo he dicho.—

Esa fue la primera y última vez que Tsuzuku trató de volver a drogarse durante su desintoxicación. Finalmente, después de dos semanas completas en las que los dos habían comido más bien poco y descansado aún menos, la luz por fin comenzó a brillar sobre sus cabezas:

—Koichi...—Tsuzuku se abrazó a él—Buenos días...—

—¿Cómo te encuentras...?—

—Creo...creo que bien...—

—Mm...—el pelirrosa le tomó la temperatura con su mano—¿Tienes hambre?—

—Algo.—Tsuzuku se incorporó—¿Puedo desayunar en la cama?—paseó sus dedos por la espalda del otro.

—...—Koichi se sorprendió ante la repentina muestra de afecto—¿Tsu...?—

—Hey, te he dicho que estoy bien.—

Una sonrisa, la más sincera de todas.

—...imbécil...—un beso al borde del llanto.

Y dos personas rodando entre las sábanas.

**

En aquel angosto lugar, entre las probetas y tubos de plástico, pisando las botellas medio vacías...alguien inesperado se abrió camino. El cuerpo semiinconsciente de Kamijo fue zarandeado, y despertó súbitamente:

—¡¿Ah?!—tardó unos segundos en enfocar su vista—Byou...—

—Oh bueno, no estás tan drogado como para no reconocerme.—el menor chasqueó la lengua.

—¿Qué...qué haces aquí?—

—No vengo por ti, quiero ayudar a Mao.—

—Ya...ya supongo...—Kamijo trató de recomponerse, se levantó y ordenó su ropa frente al maltrecho espejo fijado a la pared.

—Lo siento.—

—¿Ah?—el mayor se dio la vuelta, tomando un par de pastillas al mismo tiempo para que lo mantuvieran despierto y lúcido.

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