Capítulo 7 - Quimera

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 La vista desde la torre sur de la muralla le dejaba ver las granjas cercanas a la muralla. Daniel estaba sentado en un pequeño banquillo de madera junto a Isaac, este miraba hacia la ciudad. La noche había caído sobre ellos hace unas horas y estaban esperando los relevos.

Había pasado una semana desde que le encomendaron su primera tarea, ser vigía de la torre sur. Le asignaron a Isaac de compañero en su tarea. Que estuviera él, le hacía menos aburrida su estancia allí.

Con Isaac había entablado un fuerte lazo de compañerismo, esa semana les había servido para conocerse mejor. La tribu de Isaac, Cuenca Negra, se encontraba en los páramos de Surtear. En la lengua antigua de su tribu significaba fin del mundo conocido, era un continente helado con pocas personas en él. Además de su tribu había otras que recorren los páramos, los Everett, una tribu que monta sobre los geinsnorms. Criaturas tan grandes como toros y más veloces que los caballos explicó Isaac. Los Vulcaris, una raza tan antigua como la tierra misma, o eso dicen las leyendas le había dicho Isaac.

Daniel por su parte sólo le había dicho pocas cosas sobre él. Había nacido en una villa, en un reino vecino. Su madre había muerto a darle a luz, su padre había desaparecido cuando cumplió doce. Conoció a su maestro al poco tiempo después, le había enseñado el arte de la magia y del combate. Era muy estricto, a veces sus entrenamientos le parecían torturas, pero sabía que era buena persona.

Los faroles de la ciudad parecían luciérnagas a lo lejos de la torre, parecían moverse con el viento frío. No veía a nadie moverse salvó a los guardias, que hacen las patrullas.

Isaac le había comentado que era muy raro que sucediera lago. En sus cinco años de vigía sólo había pasado tres cosas. Un soldado ebrio estuvo haciendo destrozos, un grupo de ladrones quiso montar una gran pelea con los soldados y un monstruo se acercó mucho a la puerta.

Daniel había recordado el ataque de su primera noche allí, se preguntaba qué le había pasado a esos chicos.

Habían llegado sus relevos. Daniel e Isaac se levantaron de los banquillos. Dos hombres se presentaron como Fernts y Lents. Eran gemelos, tenían ambos el pelo rizado castaño, unos ojos de niños color café. Una tez bronceada y unos brazaletes de oro para Fernts y plata para Lents. Se habían disculpado por la demora. Le dijeron que no importaba y bajaron por la escalera despidiéndose.

Caminaron con dirección a la Hermandad, ya habían pasado la plaza principal y el barrio bajo donde Daniel tuvo el conflicto. Caminaron por una amplia calle de adoquines, las casas a su alrededor tenían jardines delantero adornados con diferentes tipos de flores, algunas azules, otras rojas y muchas blancas.

Todavía les quedaba un largo trecho, escucharon un fuerte ruido de cristales rotos. Se miraron ambos, fueron a ver qué era lo que lo produjo.

Doblaron varias esquinas, hasta que llegaron a el frente de una iglesia. Una puerta de madera en su frente con dos vitrales a su lado, tenía dos torres que terminaban en punta. Un sucio gris era el color de los ladrillos con los que estaba construida. La iglesia entraba en la montaña, como gran parte de los edificios de alrededor. Se escuchó más ruido de cristales rotos, provenían de la iglesia.

Se acercaron a las puertas, cada uno se puso de un lado. Se miraron, comenzaron a empujar. no les daba resultado. dejaron de empujar y empezaron a tirar. Tampoco cambió en nada. Daniel se acercó a la unión de la puerta entre ellas, empujó de vuelta. Vio que había un gran tirante de madera cerrando del otro lado.

Parece que no querían visitas nocturnas - Dijo Daniel.

Creo en su mano una espada recta, con una hoja tan fina para que pasara por el pequeño hueco entre las puertas. Con un fuerte ademán con las dos manos cortó la viga, la viga cayó partida en dos con un ruido seco. Isaac empujó una de las puertas.

Edad Oscura - El Imperio del AlbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora