Capítulo 1: !Mikey ¡Gracias!

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Cuando tenía 6 años y aprendí a leer descubrí un mundo nuevo y mágico. Me pasaba horas leyendo todo lo que se cruzara delante de mis ojos: etiquetas de comida, carteles en la calle, boletas, ¡todo!

Ese hábito hasta el día de hoy no se a perdido; sólo que luego descubrí mi afición por los libros que narraran historias de amor, dónde no siempre la protagonista era una rubia alta de ojos azules. A veces me gustaba imaginar que mi vida era una historia como las que solía leer y que yo era la protagonista. Imaginaba que llegaba a la pensión – el lugar donde vivo – un príncipe vestido de azul, montado en su corcel blanco y me decía que nos fuéramos a vivir juntos a su palacio; otras veces, imaginaba, que mi familia estaba a peleada a muerte con otra familia, pero me enamoraba del nieto de nuestros rivales y luego moríamos de una forma un tanto dramática. Incluso llegaba a imaginar que al pueblito donde vivo, llegaba un ogro gordo y verde, mal educado que atemorizaba a todas las personas, menos a mí que al contrario quedaba prendada de él, nos enamorábamos y yo me transformaba en una mujer ogro. Y no me importaba ser verde y fea, después de todo era amor y eso era lo que importaba ¿no?. Aunque esta última idea no la había sacado de un libro sino de una película. Otra de mis aficiones.

Hoy había decidido soñar que mi príncipe azul era un tipo parecido a Mrs. Darcy.

Mientras me arreglaba para ir al colegio tenía la cabeza en ocupada con las posibilidades de encontrar a alguien con las características de Darcy en pleno siglo XXI. Era algo totalmente imposible.

Ya lista y arreglada – o por lo menos intentando parecer arreglada – bajé a desayunar.

En el comedor ya estaban instalados Doña Petunia, Don Jorge, mi mamá y mi odiosa hermana, Rachel.

Doña Petunia y Don Jorge eran inquilinos permanentes de la pensión...en realidad eran los únicos inquilinos que tenía la pensión. Sólo a mi mamá se le habría ocurrido la idea de que algún día llegarían personas que desearan quedarse por algunos días en este aburrido pueblo.

Tomé asiento junto a Rachel y como todas las mañanas pude notar la mirada analizadora de Doña Petunia.

Sabía muy bien lo que por su cabeza pasaba ¿Cómo las hermas Spears podían ser tan distintas?. Rachel era rubia, alta, de hermosos ojos celestes, extrovertida, divertida, sociable. Y yo era bajita, de cabello castaño, ojos negros, seria, tímida, poco sociable, y para nada divertida.

Y lo peor de todo esto, era que teníamos un apellido de una estrella pop famosa. Y yo estaba lejos de parecer eso. Ya se imaginan las burlas que debía soportar debido a mi apellido. Evité seguir pensando en eso y me dediqué a imaginar como seria el Mrs. Darcy moderno. No, no podía imaginármelo, era imposible.

Rachel se levantó de la mesa, tomó su bolso rosa y salió disparada por la puerta. Sin antes avisar que iría a estudiar a casa de Jessy. ¡Como no! Rachel no estudiaba, estaba segura de que se iría de fiesta por ahí con su novio. El perfecto Darren.

Mamá siempre se preguntaba por que diablos Rachel se iba antes que yo, o después que yo. Pero nunca conmigo. ¿cómo le explicaríamos a mamá de que a pesar de vivir en un pueblo tan pequeño e insignificante en la escuela seguían existiendo los populares y los perdedores? Y por supuesto. Rachel era la chica más popular de la escuela y yo era...nadie.

Cuando llegué al colegio me encontré en el pasillo con mis dos mejores y únicos amigos: Mikey y Ray. A pesar de que ambos eran las personas más “nerd” de todo el colegio, conocían a más personas que yo. Qué patético ¿no?.

Con Ray nos conocíamos desde...siempre. Nuestras madres han sido amigas desde hacía muchísimo tiempo por eso con Ray prácticamente somos ¿primos? Ellas son las hermanas, entonces nosotros seriamos ¿primos? Sí, supongo que sí.

Los cuentos de hadas o son para miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora