La dolorosa muerte de Gary

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Las chicas reunidas frente a la biblioteca estaban presenciando la discusión.

Pablo mantenía su mano sobre la de Lavanda, sosteniendola y ella parecía tener cara de querer que la dejara en paz.
Lo compadecí. El pobre no entendía que ella quería ir lento y que era demasiado pronto para que todo se pusiera formal.
Yo sabía que ella lo quería, sólo que aún no estaba lista.

Aparté la mirada de la escena. Lavanda había retirado su mano y Pablo estaba gritándole sobre algo.
Miré a las chicas que intentaban escuchar la conversación.

-¿Se les perdió algo?-

Una de ellas hizo una mueca, otra murmuró algo que sonó a un insulto y la última ahogó un grito.

-Díos mío. Allí viene-

No entendía a qué se refería. Hasta que lo vi.

Dylan caminaba por el pasillo. Iba sólo y con el andar más confiado del mundo. Derrochando esplendor por donde pasaba con su metro ochenta de estatura y sus ojos azul intenso.
Si nos hubieran comparado, se diría que yo era la nueva allí y no él.

El uniforme le sentaba muy bien.
Llevaba el cabello oscuro en la frente, el saco negro desabrochado y la corbata puesta.
Los pantalones se le ajustaban justamente en donde debían.

Todas las chicas voltearon a verlo, incluso las que iban de la mano con sus novios. Incluso ellos mismos también.

Dylan parecía ser perfectamente consciente de su efecto en las personas y lo que lo hacía más irresistible es que no le importaba en absoluto.

Aparté la mirada.

La verdad era que yo había estado esperando que cuando nos viéramos por primera vez en la escuela, él se acercara.
Había mantenido la patética esperanza de que me preguntaría qué tal me encontraba después de dos días de haber estado internada en un hospital.
Éramos amigos ¿No? Tan siquiera conocidos. Él debía haber escuchado sobre mi accidente.

Durante la mañana, cuando Tom me llevaba en el auto hacia clases, él me había mirado por el retrovisor y había fruncido ligeramente el ceño.

-¿Qué pasa? - le había preguntado.

-¿Vas a algún lugar especial hoy al que tenga que llevarte? -

-No que yo sepa ¿Por qué?-

-Te has maquillado-

Desvíe la mirada, nerviosa.

-No es nada. Sólo fue un poco de rimel-

-Te ves bien-

Esbocé una sonrisa.

Quería hacerme creer a mi misma que no me había maquillado para verme bonita el día en que sabía me encontraría con Dylan.
Era algo guapo, bueno, está bien, corrección, muy probablemente fuera un Dios griego, pero ni siquiera lo conocía bien.
Sólo habíamos cruzado algunas palabras y me había llevado a casa en un día lluvioso.
Además, la mayoría del tiempo habíamos discutido.

Y solo ser guapo no lo hacía digno de mi admiración.

Dylan seguía caminando hacia mí sin dar señales de haberme reconocido. Me apresuré a entrar a la biblioteca, de repente ya no quería verlo. Estaba muy nerviosa.

Iba tan preocupada en no mirarlo que no me di cuenta del bate de béisbol que se le había caído a un chico del equipo de la escuela que caminaba frente a mi.
Tropecé, intenté mantener el equilibrio, mi mano quiso sujetarse estúpidamente del aire, fallé  y caí estrepitosamente justo frente a sus pies.

LATIDOS METÁLICOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora