La vida de una chica secuestrada

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Dylan tiró una bolsa de tela negra frente a mí.

-Es ropa. Fue la única que pude conseguirte -

La observé. Me había quedado dormida en uno de sus sofás, el sonido de su llegada me había despertado. Se sentó frente a mí.

-Estas son las reglas. Puedes comer lo que quieras, dormir dónde quieras y hacer lo que quieras. No voy a matarte de hambre ni a torturarte. Sólo no me des problemas. Creo que ya quedó más que claro que no vas a encontrar ninguna forma de comunicarte con el exterior-

Abracé un cojín, conteniendolo contra mi pecho.

-¿Entendiste? - asentí. Ni siquiera podía mirarlo a los ojos.

-Es tarde. Deberías ir a dormir-

Puse el cojín en el sofá y me preparé para recostar mi cabeza. Mis ojos pesaban y tenía la garganta cerrada.

-No. No dejaré que duermas en el sofá. Ven-

Me tomó del brazo. Rápidamente lo arrebaté de su agarre. Me miró unos cuantos segundos e hizo la mano en un puño.

-Bien. Sigueme -

En su habitación sacó un par de sábanas del armario y tiró la bolsa negra con la ropa sobre la cama.

-Ya sabes donde está el baño. Eso es todo lo que necesitas saber- asentí.

Dylan permaneció parado frente a mi, esperando una respuesta tal vez, o que yo intentara golpearlo, algo, suspiró y salió.
Me recosté en la cama y cerré los ojos. No iba a dormir. No podía dormir.

A la una de la mañana el apartamento se sumió en silencio, esperé recostada una hora más. El reloj marcaba las dos en punto cuándo me levanté y descalza, caminando lentamente salí de la habitación.

Entre la oscuridad visualicé la silueta de Dylan recostado en el sofá. Solo llevaba puestos un par de pants holgados. Parecía bastante dormido. Tenía el rostro escondido en un cojín.
Me acerqué.
Sus jeans estaban tirados en el suelo, los tomé y revisé. Nada.

En la mesa de centro había un vaso de agua, un reloj de mano y un florero. El florero con el girasol que yo había puesto allí. Bastardo.

La tarjeta no estaba por ningún lugar.
Revisé los cajones de la cocina. La pistola seguía allí sin cargar. No quise tomarla, era más probable que me laatimara a mi misma que a él. Regresé hacía la sala.
Dylan se removió. Por un instante me quedé estática. Casi podía escuchar los fuertes latidos de mi corazón y, entonces, la vi.

La punta de la tarjeta sobresalía del bolsillo del pantalón de pijama que Dylan llevaba puesto.

No podía hacerlo, era muy arriesgado. Se despertaría y sólo Dios sabría qué me haría. Acerqué mi mano temblando. No pensaba morir allí. Si tenía que morir, iba a ser huyendo.

La toqué y lo miré. Seguía dormido. Su mejilla contra la almohada. En cualquier otra circunstacia me habría quedado admirando su perfil.

Lentamente jalé la tarjeta. Se deslizaba rápido gracias a la tela del pijama.
Sólo un poco más y sería mía, él no se había movido, era una buena señal.
Un poco más, sólo un poco. Me paralice.

Si Dylan era un asesino profesional ¿Cómo no iba a notar mi presencia aunque estuviera dormido?
Mi cabeza giró tan rápido a mirarlo que pensé que me desnucaría.

-Me preguntaba cuándo te darías cuenta de que estoy despierto - dijo sin abrir los ojos.

Saqué la tarjeta y di media vuelta para empezar a correr. Me encontré de frente con la mesa, tropecé y caí encima de ella rompiendola en pedazos. Lancé un grito de dolor.

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