El primer round ganado

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El aula de historia era una de las más apartadas de la cafetería.
Yo había estado demasiado entretenida intentando terminar un cuadro comparativo sobre el florecimiento de dos culturas prehispánicas y el tiempo se me había ido volando, así que si quería llegar con buen tiempo a la cafetería tenía que salir corriendo hacía ella ya mismo.

Entregué mi trabajo al profesor en un santiamén, este lo guardó en su maletín y me miró con una expresión extraña que no pude descifrar.

-¿Sabes que eres una de mis mejores alumnas, Skyler?  Para ser sincero no esperaba eso de ti-

Auch.

-¿Hice algo malo? -

Se colgó el maletín al hombro. El profesor Marco -historiador, como siempre solía remarcar - era un hombre de aproximadamente cincuenta años, de piel morena, bigote canoso, párpados caídos, alto y de frente arrugada. Bastante agradable y muy buen profesor si me lo preguntaran.

-Los hijos de personas importantes como tu padre suelen creer que tienen la vida arreglada y sólo vienen a este colegio por ser de los más caros. Me alegra que tú no seas uno de ellos y que   aproveches tus estudios - me sonrió.

-Espero poder seguir así -
Le devolví la sonrisa, asintió, se despidió y se fue.

Me apresure a meter todas mis cosas en la mochila más contenta que antes y correr hacia la cafetería. Llevaba el libro de historia aún en mis manos cuando comencé a correr por el pasillo.

De repente, un chico de primer año salió de la clase de arte cargando una gran maqueta de lo que parecía una gran rueda de la fortuna. La admiré por un momento, hasta que me di cuenta de que el chico y su rueda estaban directamente en mi camino.
Intenté esquivarlo haciéndome a un lado, pero, entonces, una chica me empujó -imaginé que lo había hecho porque yo iba a chocar contra ella - y en cámara lenta me vi yendo directamente hacia el suelo.

Otra vez.

Gracias a los cielos una mano salvadora se interpuso en mi caída sujetandome del brazo derecho. Me jaló fuerte, sin ninguna  delicadeza para que yo sola pudiera encontrar mi equilibro y después me soltó cuando pude mantenerme en dos piernas.

Dylan me miró, enojado esta vez.

-Te dije que vieras por donde caminas-

-Si tanto te molesto, no tenías porqué  ayudarme - alcancé a decir. Molesta conmigo misma por volver a ponerme en  esa situación y molesta con él, por ser precisamente quien me rescataba de mis aparatosas caídas.

- Sí, sí lo necesitabas - respondió - No me molesta que siempre tengas que caerme encima, me molesta que no cuides de ti misma -

-Qué atento -

Recogió el libro que había caído a sus pies. Me di cuenta de que Alison iba a un lado de él y de que ella había sido la chica que me había empujado. Estaba completamente segura de que lo había hecho a propósito. No iba a contenerme con ella. Ya no más.

-¿Y a ti qué te pasa?- le dije - ¿Tantas ganas tenías de empujarme?-

Ni se inmutó.

-En realidad, sí. Es una lástima que Dylan se preocupe por los demás y te haya ayudado. Pero no lo culpo, él sólo actuó como un caballero-

Sentí la sangre caliente correr por mis venas.

-¿Sabes qué? Eres una idiota, narcisista, con complejo de estúpida- le grité.

-¿Y tú qué te crees, mocosa? No puedes hablarme...-

-Callate- la interrumpí, oh, sí que me iba a desahogar - Tú crees que puedes manejar a todos a tu antojo sólo por tu aspecto, pero, dime ¿Cuántas intervenciones llevas? ¿Cuántas veces te han perfeccionado para que puedas sentirte bien contigo misma? ¿Quieres que te regale algunos cupones de descuento? Tal vez mi padre pueda corregirte esa cara fea de caballo que cargas-

LATIDOS METÁLICOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora