Le dieron una máscara que combinaba con su vestido, era del mismo azul. Comenzaron a formarse los grupos, cada uno hablando de temas que para ellos, eran interesantes y Lucero se quedó sola, pues Jaime y Anielska desaparecieron mágicamente.
–Vaya, hermanita, al parecer estás disfrutando este baile mucho más que yo. –Dijo mientras agarraba una de las copas y comenzaba a darle unos sorbos. Un par de copas más, y una poca tolerancia al alcohol hicieron que Lucero terminase acercándose al grupo de Fernando y aquella rubia, encontrándose allí a Gustavo.
–Buenas noches. –Les dijo, notando cómo Fernando se tensaba. –Señores Balvanera. –Saludó a Fernando y a Gustavo.
–Buenas noches. –Contestaron ellos.
–¿Cómo la está pasando, doctora? –Le preguntó su jefe.
–Muy bien, Don Gustavo, excelente en realidad. –Susurró con unas gotas de sarcasmo en su voz, mirando fijamente a Fernando y mostrándole su copa.
–Me alegro, ese es el propósito. Quiero presentarle a varios amigos de la familia. –Le dijo él. –Alexandra Valera. –Señaló suavemente a una dama de unos cuarenta años, quien le mostró una sonrisa y le extendió la mano. –Es la contadora de la familia. –Posteriormente presentó a unos cuantos más; el primo de Fernando, la tía de Fernando y... Honestamente no prestó mucha atención, solo quería que le presentasen a la rubia.
–Yo soy Paulina, mucho gusto. –Se presentó aquella mujer, con algunos destellos de cinismo en sus ojos azules, extendiéndole la mano.
–Lucero Villalba. –Contestó ella, mirándola con los ojos entrecerrados.
–Ya pronto comenzará la subasta. Fernando, Paulina, será mejor que verifiquemos que todo vaya en orden. –Les dijo Gustavo.
–¿Por qué no lo hacen los criados? Para eso se les paga. –Contestó aquella rubia, provocando que todos la mirasen.
–Porque están muy ocupados y nada nos cuesta ayudar. –Contestó Fernando, con frialdad en su voz, halándola suavemente del brazo, yéndose de allí con ella y su padre, dejando a Lucero con un sabor agrio en la boca. Posteriormente aquel grupo se dispersó, haciendo que ella volviese a quedar sola.
–¿Qué hace usted tan sola, señorita? –Se giró lentamente, hasta encontrarse con David.
–Doctor Balvanera.
–Doctora Villalba. –Contestó mientras hacia una reverencia totalmente dramática y ridícula. Lucero puso los ojos en blanco. –No contestó a mi pregunta.
–¿Cuál era? –Preguntó desinteresadamente mientras tomaba otro sorbo de su copa.
–¿Qué hace una dama tan... hermosa...–La miró de arriba a abajo, deteniéndose por exagerado tiempo en su escote. –...sola?
–No lo sé. –Dio otro sorbo a su copa, mientras trataba de calmarse un poco, seguía odiando que hombres como ese la miraran de esa forma. ¿Dónde estás, Fernando desaparecido inoportunamente Balvanera?
–¿Quiere que le haga un poco de compañía?
–Sinceramente, me da igual. –No quería ser grosera porque simplemente era el hijo del jefe, pero estaba deseando darle una patada por patán.
–Lo tomaré como un sí. –Contestó con una sonrisa.
Maldita sea.
David se había acercado a Lucero por simple interés. Hacía ya mucho que su cama estaba totalmente fría y no iba a perder la oportunidad de calentarla por esa noche. Y de hacerlo precisamente con ella. Sabía que ya la apuesta la había ganado Fernando, él mismo le había dicho que se había llevado a Lucero a la cama, y bien, tendría que darle sus acciones pero aun así quería probar la... mercancía que había sido utilizada por su hermano. Sabía que si lograba acostarse con ella y él se enteraba, se iba a poner colérico.
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Las Heridas Del Pasado
General FictionDespués de que su relación con su prometido termina, Lucero Villalba cambia su actitud radicalmente. ¿Qué pasó? ¿Qué la hizo cambiar? Fernando Balvanera llega a su vida por asuntos de trabajo, quiere meterse en su cama por puro interés pero, ¿qué pa...