Capítulo dos

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–¿Qué te dijo papá? –Le preguntó Fernando al ver que David entraba a su oficina dando un fuerte portazo.

–Me dio un sermón como no tienes idea. –La carcajada por parte de Fernando no se hizo esperar.

–Todo por culpa de esa dichosa abogada.

–No le eches la culpa a ella, fue culpa de la Sophie esa, no supo mantener el secreto de su aventura.

–De igual manera, ya esa tal Lucero... –Dejó la oración incompleta adrede.

–¿O sea que no quieres hacer la apuesta?

–¿Qué? Obvio sí. Ya ves que tiene una imagen de media santa, y esas son...

–¿Las mejores en la cama? –Le interrumpió, adivinando lo que diría.

–Por supuesto. –Una sonrisa algo cínica se apoderó del rostro de ambos.

**

–¿Cómo te fue en tu primer día de trabajo?

–Bien. –Dijo Lucero a la vez que dejaba su maletín en el sofá, se quitaba la chaqueta y se soltaba el moño.

–¿Sólo bien? –Preguntó Anielska, quien se acercó a su media hermana a darle un abrazo y un beso. Lucero como de costumbre se alejó.

–¿Otra vez con lo mismo?

–¿Qué es lo mismo? –Le dijo ella desde el otro lado de la sala.

–Hay días en los que no quieres tener contacto con nadie, no quieres que te besen, que te abracen, que te den un apretón de manos. Desde el rompimiento con Enrique...

–¡Enrique! ¡Enrique! ¡Y Enrique! ¿No puedes dejar de nombrarlo un solo día? –Le interrumpió Lucero, a la vez que se pasaba las manos por el cabello, frustrada.

–¡No! ¡No puedo sabiendo que gracias a él perdí a mi hermana!

–¡No soy tu hermana! Somos medias hermanas ¿Sí entiendes? ¡Medias! –Le gritó. –Y me hubiera encantado que no hubieras nacido, ¡así no serías la prueba viviente de las infidelidades de mi padre! –Las palabras abandonaron la boca de Lucero antes de que pudiera analizarlas. Cuando pudo pensar lo que había dicho, ya Anielska se estaba yendo con los ojos húmedos para después dar un portazo.

Lucero fue tras su media hermana, regañándose a sí misma por meter la pata. Afortunadamente Anielska no había cerrado la puerta con seguro. La encontró recostada en el suelo, al lado de la cama.

Ani. Perdóname, yo no sabía lo que decía.

–No te preocupes. –Anielska secó sus lágrimas.

–En serio, yo... –Se colocó en cuclillas, alzándola y volviendo a quedar de pie con ella.

–Cuando estamos molestos, decimos muchas cosas que en verdad sentimos, muchas verdades.

–No, no, claro que no. Es solo que...–Un nudo se formó en la garganta de Lucero.

–No entiendo qué es lo que te pasa. Si me explicaras, quizá...

–No puedo. –La mirada de Lucero estaba en la nada. –No puedo contarle esto a nadie.

–¿Por qué? –Anielska se acercó a su media hermana y la agarró de los hombros. –Dime, ¿qué te hizo Enrique? ¿Te fue infiel?

Las Heridas Del PasadoWhere stories live. Discover now