Al día siguiente, mientras subía al jet volvió a experimentar otro de sus tantos mareos. Pero para aquella oportunidad, Fernando no se percató de aquello y menos mal, sino le habría armado otra escena. Estaba observando el cielo que los envolvía mientras sobrevolaban el océano, cuando le volvió aquel incesante malestar, por lo que decidió ir a recostarse de nuevo.
–¿A dónde vas? –Preguntó él, alzando la vista de su libro, Lucero le había pegado aquella costumbre de leer.
–Necesito... –Comenzó a decir, sintiendo cómo de repente el jet se movía de un lado hacia otro. Pudo darse cuenta de cómo Fernando se colocaba de pie y venía hacia ella. No, no era un solo Fernando. Eran dos... Se movían muy rápido y... Todo quedó negro.
Fernando se encargó de ir hacia ella, atrapándola justo antes de que su cabeza golpease al suelo. Maldijo por lo bajo y después la alzó en brazos, llevándola a la habitación, dejándola con delicadeza a la cama, yendo hacía el baño, mojando allí un algodón con alcohol. Al volver a la habitación se encargó de colocarlo debajo de la nariz de ella, para que recuperase la consciencia. Y así lo hizo.
Ella comenzó a soltar un leve quejido, llevándose la mano a la cabeza, para después tratar de quitar el algodón de su nariz.
–¿Qué pasó?
–Te desmayaste. –Contestó, acostándose al lado de ella, haciendo que Lucero recostase su cabeza en el pecho de él. –Al llegar al D.F iremos al médico. –Le dijo, plantándole un beso en la cabeza.
–No. –Susurró ella, tomando las manos de él.
–Sí, Lucero, quiero saber qué te pasa.
–Yo sé lo que me pasa. –Comenzó a susurrar ella, de nuevo. –Fer, estoy embarazada. Vamos a ser papás. –Le dijo ella con una sonrisa, mirándolo a los ojos.
–¿Qué dijiste?
–Vamos a ser papás. –Le repitió, acariciándole la mejilla.
–¡Esa es la mejor noticia que has podido darme! –Exclamó, comenzando a besarle la cara, la frente, las mejillas, los párpados. – ¡Me vas a dar la alegría de ser padre! –Se incorporó un poco en la cama, recostando su espalda en el respaldo de ésta, sentando a Lucero a horcajadas en su regazo. Ella lo miró, colocando sus manos en los hombros de él.
–Muchas gracias a ti, Fernando. Me has dado tantas alegrías. –Susurró mientras sus ojos se llenaban de unas cuantas lágrimas.
–Lucero, te amo. –Le contestó él, comenzando a besarla.
**
Al llegar al D.F y recoger a Maggie en casa de Anielska, el hipocondríaco de su esposo, insistió hasta el cansancio en llevarla al médico. Lucero cedió y a eso de las tres de la tarde del día siguiente, ya estaba en la misma ginecóloga que atendía a Anielska. Después de hacerle los estudios correspondientes e incluso una ecografía, los futuros padres estaban sentados en frente de la doctora Molina.
–Bueno, Lucero, según lo que he podido observar, has de tener unas...–Comenzó a decir. –Unas diez semanas.
–¿Tanto tiempo? –Preguntó sorprendida. Si aquello era cierto, había estado embarazada ya para su boda. Comenzó a repasar mentalmente aquello, dándose cuenta con alivio de que para su fiesta, no había bebido pues se había sentido mal. Mierda, se había sentido mal. ¿Cómo había podido estar tan ciega y no darse cuenta? Tenía que admitir que se había enterado de su estado estando en Italia. Si bien las sospechas habían comenzado en Francia, no había sido hasta que se había mareado en uno de los tantos museos que habían visitado, que las sospechas habían aumentado. Se había escabullido, yendo a una farmacia, para después hacerse una prueba de embarazo. Y aunque se había emocionado de sobremanera, no quería comentárselo a Fernando hasta ir a un médico y confirmarlo, pues no sabía si aquello era un "falso positivo", como se les llamaba.
YOU ARE READING
Las Heridas Del Pasado
General FictionDespués de que su relación con su prometido termina, Lucero Villalba cambia su actitud radicalmente. ¿Qué pasó? ¿Qué la hizo cambiar? Fernando Balvanera llega a su vida por asuntos de trabajo, quiere meterse en su cama por puro interés pero, ¿qué pa...