Capítulo treintaiséis

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Después de comer viendo televisión, después de que Fernando la hiciese carcajearse como nunca, Lucero estaba tomando un baño. Fernando le había pedido que lo esperase, para "ahorrar" agua, pero aun así, ella se había adelantado, tomando un relajante baño, cerrando la puerta con seguro. Sabía que él sería capaz de meterse en el baño, dándole aquella sorpresa; pero la que quería sorprender a alguien, era ella.

Al desempacar, se dio cuenta de que mágicamente el babydoll negro que había comprado hacía ya unos cuantos meses y que nunca pudo estrenar con Fernando, había terminado mudándose con ella al apartamento. Y supuso que Anielska lo habría metido allí.

Mientras se bañaba, cuidó de no mojar su cabello, de dejar sus rizos intactos. Al terminar aquella relajante ducha, la fina y suave tela de aquella prenda diminuta, se deslizó por su cuerpo. Lucero se miró al espejo, conforme con la imagen que se proyectaba allí. Aquel babydoll tenía unas finas tiras que apenas sostenían la prenda, la tela que se encontraba sobre sus senos era semitransparente, teniendo algunas líneas negras. Tenía una cintura alta, un lazo de seda negra se ajustaba debajo de sus senos, marcando más su figura de reloj de arena. La demás tela semitransparente caía de forma libre con algunos pliegues por el resto de su cuerpo, hasta llegar un poco más arriba de los muslos, cubriendo a penas la diminuta braguita también negra, que venía con aquel conjunto.

Le dio una mejor forma a sus rizos, para después aplicar un poco de su perfume favorito sobre su cuello, su escote y sus muñecas. Algo de rímel y lápiz labial rosado semi intenso y estaba lista.

Salió del baño, pasando por la habitación, encontrándola vacía. Escuchó el ruido del televisor, sabiendo que Fernando estaría en la sala, se encaminó hacia allá, después de colocarse sus tacones también negros. Trató de no hacer ruido, pero sus pisadas la delataron, Fernando giró su cabeza encontrándose con aquel panorama. Inmediatamente su expresión cambió, sus ojos se oscurecieron a causa del deseo y comenzó a mirarla de forma distinta, como un tigre que encontró a su presa...

Lucero comenzó a contonear sus caderas, llegando hasta el sillón, sentándose a horcajadas encima de Fernando, notando con algo de sorpresa que su miembro había despertado. Él intentó besarla, pero Lucero alejó su boca de la suya, mirándolo con una ceja enarcada mientras comenzaba a desabotonar su camisa. Su mano comenzó a viajar por su pecho, acariciándolo. Se encargó de desaparecer aquella prenda, dejándolo solo en pantalones.

La idea que tenía era provocarlo, hacerlo perder la paciencia, desesperarlo, pero no pudo. Lo había extrañado demasiado cómo hacerlo esperar... Y hacerse esperar a ella misma. Una vez Fernando logró atrapar su boca con la suya; adiós autocontrol.

Se abrazó al cuello de él, permitiendo que las manos de Fernando recorrieran su cuerpo, inmediatamente sintió cómo él acariciaba uno de sus pechos por encima de la tela del babydoll.

–Te ves hermosa así, Lucero... Ese babydoll...–Fernando comenzó a dejar un montón de besos feroces por su cuello. –... Resalta todas tus hermosas curvas...–Se deleitó al oler aquel perfume. Después comenzó a bajar hacia el escote de la prenda. –...No tienes idea de cómo me prendes. –Le informó. Sus manos comenzaron a bajar hacia el centro del ser de Lucero, encontrándola totalmente húmeda y preparada para él. Un dedo se deslizó en su interior, arrancando un suspiro de placer por parte de ella, mientras Fernando rodeaba uno de sus pezones con la cálida humedad de su boca. Con la mano que tenía libre, comenzó a bajar aquellas finas tiras. El babydoll cayó hasta la cintura de Lucero, dejando sus senos al aire. Fernando enterró la cabeza en el valle que había entre ellos, comenzando a plantar unos cuantos besos, además de dedicarle un tratamiento de mordiscos, lamidas y chupones a cada uno por separado, mientras introducía otro de sus dedos en la humedad de ella.

Las Heridas Del PasadoWhere stories live. Discover now