Capítulo treintaisiete

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–Vaya, qué agradable sorpresa.

–Espero te haya gustado. –Lucero se acercó coquetamente a él, quitándole el saco y el maletín de sus manos, se encargó de desabrocharle los primeros botones de la camisa, pero cuando iba por el tercero, la mano de Fernando se posó sobre la suya, la agarró y le plantó un beso en ella.

–Quisiera probar lo que preparaste antes de... probarte. –Le dijo alzando la ceja.Que por cierto, hoy te ves más guapa de lo normal. Me encanta lo que hiciste con tu cabello.

–De acuerdo. Gracias, vida. –Ella se encaminó a la cocina con una sonrisa pícara, después de plantarle un puro y casto beso en la boca, como premio de aquel cumplido. Fernando la siguió, ayudándola a colocar los platos sobre la mesa y a descorchar el vino, sirviéndolo en las respectivas copas. Le retiró la silla, como todo un caballero. Lucero se sentó, observándolo detenidamente mientras él se sentaba, a la vez que se mordía el labio inferior. Aquel hombre era suyo.

Comenzó la cena y con ella la charla, Lucero le preguntó cómo le había ido en el bufete, él le contestó diciéndole un breve resumen de los casos que había visto el día de hoy. Fernando le preguntó cómo había sido su día, inevitablemente Lucero tuvo que mencionarle la visita al médico, aunque no se sentía muy cómoda hablándole a él sobre eso, eran cosas privadas. Sí, lo amaba, sí, se iban a casar pero aun así, ella tenía ciertas cosas que no podía compartir con él.

–¿Te sientes incómoda hablándome sobre eso? –Preguntó, leyendo su mente.

–Algo. –Susurró, tomando su copa y dando un sorbo al exquisito vino.

–¿Por qué? –Preguntó él, mirándola con demasiada intensidad para su gusto.

–Escucha, creo que simplemente hay ciertas cosas que debes respetar de mi privacidad, además, dudo mucho que a ti te importen mis asuntos femeninos. –Contestó, dejando la copa en la mesa y comenzando a recorrer el borde con su dedo, enfocando su vista en aquel objeto.

–Aunque no lo creas, sí me importan. Seré tu marido.

–Eso no tiene nada que ver. Ni viene al caso. –Él sonrió al escuchar aquel tonito. A veces Lucero se comportaba como una niña. Y le encantaba.

–Sí tiene que ver pero... Escucha, si te sientes incómoda no hablaremos de eso, ¿vale?

–Vale. –Contestó, siguiendo con la vista clavada en su copa.

–Lo único que pido saber son la fecha de tus días.

–¿Qué? –Preguntó subiendo la voz y subiendo su mirada hasta encontrarse con los ojos de él.

–Vamos, Lucero, eso es algo totalmente natural.

–Sí, pero no entiendo...

–Por ejemplo, necesito saber si hoy hay riesgo. –La interrumpió, su mano se alargó hasta encontrar la copa, agarrándola y llevándola a sus labios para tomar un sorbo de aquel exquisito vino. Lucero se recostó en su silla, cruzando las piernas y los brazos, comenzando a sacar mentalmente la cuenta, comenzando a imaginar un calendario en su mente.

–¿Riesgo? ¿Para qué necesitas saber si hay riesgo? –Le provocó, apretando los labios.

–Vamos, cariño. –Comenzó a decir odiosamente.Tú y yo sabemos cómo vamos a terminar esta noche. Sabes perfectamente que el color negro me vuelve loco.

Las Heridas Del PasadoWhere stories live. Discover now