12. Sincero.

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—Tomen sus malditas cosas ¡Ahora!

Los gemelos miraron confundidos a Christian. En un segundo lo habían escuchado charlando tranquilamente con Jazmín en el comedor y ahora llegaba de la nada a gritarles.

—¿A ti que te ocurre? ¿Ya te bajó? —Preguntó Pablo con ironía regresando la mirada a su celular.

—Obedezcan por una maldita vez mocosos infernales. —Le arrebató el celular y lo tomó del cuello de la camisa, obligándolo a ponerse de pie. Paulo no se quedó quieto viendo como trataban a su gemelo, rápidamente se levantó e hizo a un lado a Christian.

—¿Por qué no nos explicas en lugar de tratarnos como si fuéramos tus sirvientes? —Repuso, haciendo a un lado a su gemelo para que no lo volviese a agredir.

—Estamos bajo amenaza y debemos largarnos de aquí cuanto antes, así que tomen lo más importante. Nos vamos en 10 minutos.

Sin decir más, les dio la espalda y salió de la habitación. Debía llamar a sus jefes para averiguar que pasaba. Al bajar las escaleras vio a Jazmín aún sollozando y repasando los trozos de las fotos con la mirada, casi intentando armarlas como si fuese un rompecabezas.

—Deja de ver eso, maldita sea, ¿eres masoquista acaso? —Christian pateó las fotografías que la chica intentaba armar, y a su vez, intentando patear ese pasado que día a día le atormentaba.

—¿Por qué Chris...? ¿Por qué te amenazan con estas fotos? ¿Quién pudo ser tan cruel y despiadado para hacer esto?

—No tengo idea, será mejor que vayas a tu casa, nosotros nos iremos a algún lugar más seguro hasta que esto se solucione.

—Chris, es que no lo entiendes, necesito respuestas.

—Esto no tiene nada que ver contigo Jaz, amenazan a mi familia, tú estás libre.

—¡Sigues sin entender! —Aquel grito lo dejó completamente callado. —¿Recuerdas que cuando nos conocimos te dije que tenía dos hermanos? Bien, pues mentí, sólo tengo uno, el más pequeño.

—No entiendo a que quieres llegar.

—A que mi hermano Josué de 14 años, se suicidó sin darnos explicaciones, ni siquiera dejó una carta, y aquí está su fotografía.

Christian alcanzó a ver un trozo de la fotografía donde sólo se veía la cara del muchacho, parecía sumergido en un profundo sueño.

Por su mente pasó aquel amargo recuerdo que no tenía más de un año. Lo habían identificado y su misión era asesinarlo. Como él siempre se encontraba acompañado era muy difícil dispararle o degollarlo, por lo que esperó a que estuviera en la casa para asfixiarlo con una soga, haciendo parecer que todo había sido un suicidio.

Sintió un fuerte ardor en su pecho, esa había sido su víctima más joven y aún siendo un asesino a sangre fría, esa noche lloró amargamente.

—Cuanto lo siento.

—Él era un buen chico, excelente promedio, excelentes amigos, él jamás habría intentado eso, yo se los dije pero nadie me creyó, y ahora que veo esto... me confirma que alguien lo asesinó, y debo descubrir quién.

Christian sintió un nudo en su garganta ¿cómo decirle que él había sido? ¿Cómo explicarle lo que él era? Y lo que más le confundia es que de verdad temía que lo odiara por ello.

—Jazmín, yo...

—Él estaba infectado, habían empezado muertes misteriosas. Varios de la ciudad, conocidos... mi hermano, después mis amigos de la escuela, todos fueron asesinados. Alguien debe detener esta masacre, no tenemos la culpa de ser infectados, nunca fue nuestra decisión estar enfermos.

—¿Qué...? —Christian sintió que su rostro palidecía ¿había escuchado bien? Se preguntaba.

—Si Christian, yo también tengo la marca, yo también moriré en poco tiempo... o me matarán por tenerlo.

—Eso es imposible, acabas de decirme que tu hermano tuvo la enfermedad, sólo hay un enfermo por familia, tú no puedes...

—Christian, por Dios, yo perdí a mis padres cuando era una bebé y mis padres actuales me adoptaron, cuidaron de mí y me criaron como una hija, tuvieron que confesarme la verdad cuando descubrieron que tanto mi hermano como yo teníamos la enfermedad.

Por fin el misterio se había resuelto, frente a él se encontraba la última infectada que estuvo buscando todo ese tiempo.

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