Capítulo 12: Alejados por aislamiento

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Bowie

Pasadas unas dos semanas desde que hablé con Darelis, me encuentro trabajando en el campo del padre de Aldana. No tuve tiempo de llamarla por todo el trabajo que hay para hacer.

Alex debe haber hablado con ella. Está en casa todo el día y se la pasa con su celular. Debería preguntarle.

Me despabilo de mis pensamientos cuando veo que una nube de tierra se viene acercando al establo y los perros salen a correr ladrando en su dirección. Logro descifrar que es un auto azul brillante cuando se acerca un poco más.

El señor Lorenzo.

Se estaciona y veo ambas puertas delanteras abrirse. Del lado del conductor sale el señor Lorenzo, padre de Aldana y el hombre al que le hago el favor de venir a arreglar las máquinas y tractores. Aldana baja del lado del copiloto y camina junto a su padre en mi dirección.

–Bowie –saluda el hombre con seriedad y yo asiento–. Te ves cansado, ¿estás bien?

–Sí señor, es que no dormí mucho.

–Bowie, creo que deberías volver a tu casa y descansar unos días, estás acá hace bastante y no paraste de arreglar ese viejo tractor. Te dije que si no podías arreglarlo, iba a comprar uno nuevo.

–No es lo único que hice, señor. Pero sí es lo que me está llevando más tiempo. No voy a mentirle, creo que ya pasó a mejor vida, pero puede ser resucitado, sólo que va a llevarme más tiempo de lo que esperaba. Además, cada vez que vengo, parece que más cosas dejan de funcionar –le expliqué.

–En ese caso, dejá el tractor, voy a comprar uno nuevo. Andá a tu casa y no vuelvas por una semana, las personas que trabajan acá deberán tener más cuidado con la maquinaria o van a tener que hacer las cosas a mano. Vos no te preocupes.

–Está bien señor. Voy a agarrar mis cosas después de terminar con el molino. Es lo único que me falta.

El hombre asintió y me hizo una seña para que vaya a terminar con el molino. Aldana, quien se había quedado callada, rotando la mirada entre su padre y yo, me siguió.

–Bowie, ¿estás bien? –preguntó una vez llegamos al molino.

–Sí, como ya dije, sólo estoy cansado.

–¿Bajaste de peso? Te ves demacrado.

–No tuve mucha hambre últimamente. Puede ser que haya bajado un poco.

–Te ves muy mal –hizo una larga pausa mientras yo comenzaba a sacar mis herramientas de la caja que traía conmigo–. ¿Hablaste con Darelis? No pude comunicarme con ella.

–No, estuve acá.

–Espero que esté bien, ya pasó por mucho en su vida y desde lo de Galicia está más distante. Sé que eso le afectó mucho, pero debería hablar con alguien, dejó de llamar a su psicóloga, y su psiquiatra está preocupado porque se le debe estar acabando el antidepresivo y va a necesitar una nueva receta para conseguir más, pero debe saber qué dosis debería darle. Nadie puede contactarla. Mi tía llamó a sus empleados y le dijeron que ella está bien, pero no quiere hablar con nadie. Se la pasa encerrada en su habitación desde que sus papás la visitaron hace una semana y media. Llora constantemente, pero la encargada de la lavandería no encontró sangre en su ropa. Eso me alivia, quiere decir que no se está autolesionando –toma aire profundamente ya que en todo su monólogo no respiró.

Algo en mí me decía que, lo último que dijo, no podía ser verdad. Sentía que ella no estaba bien y que no era lo suficientemente fuerte para mantenerse limpia, lo cual me estrujaba el corazón. Necesitaba hablar con ella, verla por mi cuenta, asegurarme de que estuviera bien. Había tratado de alejarme un poco para no sufrir tanto el dolor que me provocaba tenerla lejos y el sentirme rechazado. Alexia me había explicado que Darelis tenía un punto de vista valido, y yo lo entendía, pero el ser rechazado me había caído muy mal. Nunca me había pasado y no creí que alguien como ella podría hacerlo.

Prometo Encontrarte y Enamorarte {Parte 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora