Evaluar las citas con una amiga (Viviana).
― Cuéntamelo todo, Katherine —ambas desayunábamos en su comedor. Un par de cafés, tostadas, queso y una gran curiosidad de la una hacia la otra.
― Mejor empieza tú, te veo un poco más emocionada.
― Me besó —sonrió ampliamente.
― ¿En serio?
― Fue hermoso, Kat, muy lindo. Me besó a la mitad de la película. No me había parecido tan atractivo como anoche. Tiene un gran sentido del humor, le gustan las películas de terror, el color verde, y confesó que le gustaría conquistarme.
― Aww... —me enternecí.
― No recordé para nada a Juan Diego. Roy fue muy atento conmigo. Me trajo de regreso a casa en un taxi, pensé que besaría en los labios de nuevo, pero me dio un beso en la mejilla, muy respetuoso. ¡No sabes cuánto me agradó anoche!
― ¿Le darás una oportunidad?
― Sí, ya quedamos para salir mañana en la noche a comer.
― ¡Ay Vivi, qué bueno!
― ¿Y tú?, ¿qué pasó con Cristian?
― Creo que lo arruiné. Comimos pizza, casi no encontramos temas para conversar, hubo silencios incómodos. Decidimos caminar un poco por la avenida, luego, por un momento, congeniamos al hablar de películas de superhéroes, pero cuando me preguntó si tenía frío le dije que no, porque no estaba segura de querer su abrazo, mientras caminábamos, y él lo tomó como si yo ya no estaba interesada. A partir de ahí, volvieron los silencios incómodos y me trajo a casa.
― Oh...
― Además pensé en el innombrable un par de veces.
― Fallaste con el número doce de la lista.
― Sí.
― Tranquila. Hay que seguir intentándolo. Tal vez Cristian no era el adecuado para ti ni tú para él. Revisaremos tu red social luego.
― ¿Lo podemos dejar para otro día? Tengo los ánimos bajos ahora.
― Sí, sí. Te ayudaré a escoger a otro después.
No fue hasta el miércoles que hablé con mi amiga y le dije que Paco me había invitado a salir.
El problema con Paco es que no me atraía.
Después Vivi me presentó a uno de sus amigos en la facultad: Luis.
Nada. Cero química.
La sorpresa, sin duda, fue Joaquín.
― ¿Qué?, ¿cómo?...
― Sí, Vivi, te explico —me acomodé en la silla giratoria de mi habitación, con el celular en la oreja.
― Y con todos los detalles, por favor.
― Dijo que hoy me veía muy bonita. De veras que no me lo esperaba, así que me sonrojé un poco. Luego salió a comprar un par de sánduches de queso, para cada uno, porque hice el comentario de que tenía hambre.
― Ya...
― Sabes que estas oficinas quedan en el centro de la ciudad y afuera hay muchos lugares para comer, de modo que no tardó en regresar con dos platitos con el pedido, me entregó un par de servilletas y en una de ellas decía: «¿Quieres salir conmigo, Katherine?»
― ¡Vaya! Una servilleta...
― Totalmente inesperado. Me puse algo nerviosa pero acepté. Confesó después que no sabía cómo preguntármelo, por eso lo escribió.
― Mmm... Aquí hay algo, Kat.
― ¿Tú crees?
― ¿Cuándo es la cita?
― Iremos a comer helado el sábado por la tarde.
― Eso es mañana.
― Cierto, cierto —me aturdí un poco—. Tal vez son los nervios.
― Relájate.
― Es un chico grande, Vivi.
― Solo te supera por tres años.
― Pero pareciera que tuviera más. Es impecable, de muy buenos modales, culto, casi abogado... Me intimida un poco.
― Tú también eres muy linda, educada, culta y en proceso de ser abogada. No te sientas así. Hablen de películas, música, tocas la flauta, Kat, eso es algo. Olvídate de los silencios incómodos, del trabajo... o bueno, podrían hablar de trabajo, eso tienen en común. Todo saldrá bien, deja que las cosas fluyan.
― Sí, sí, de acuerdo.
― Trata de dormir, no te desveles pensando en esto. Y por favor, ojo con el punto número doce, eh.
― Sí, Vivi. Gracias.
― Descansa, amiga.
― Tú también. Te llamo mañana.
― Listo.
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La lista del olvido | Relato corto en fragmentos
Short StoryKatherine estaba muy segura de algo: sacar de su mente y corazón a Víctor. Cansada de batallar contra el recuerdo y después de darle vueltas a varias ideas hasta encontrar una posible solución, ejecutaría, paso a paso y en complicidad con su mejor a...