7. Punto y aparte

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La reunión ha terminado. Y me ha dejado un sabor agridulce. Aún sigo en shock por haberme encontrado con Ian en el trabajo y por haber escuchado los ataques de Kristen, pero por otro, un sentimiento de satisfacción me inunda. Cuando salgo de la sala de reuniones tengo que decidir entre volver a mi puesto de trabajo para contárselo todo a Max, buscar a Eleanor para darle un millón de gracias por todo lo que ha hecho por mí o ir detrás de Ian para agradecerle su defensa.

Bárbara, y el resto de jefazos vuelven a sus despachos. Hallway primero se despide de Ian estrechándole la mano y diciéndole que seguirían en contacto. Eleanor y Kristen se dirigen al ascensor para volver a sus puestos de trabajo. Ian, que me ve salir de la sala parece ignorarme y dirigirse también hacia el ascensor, así que les sigo.

Subimos los cuatro a ese cubículo odioso del que una vez que entras no puedes escapar. 

—¿Baja, Señor Graham? —Pregunta Eleanor amablemente.

—Sí, Eleanor. ¿Ustedes suben? —Pregunta.

No puedo parar de observarle. Lleva una gabardina de un tono marrón granate, sobre una camisa de color topo, con corbata y pantalones chinos de color marrón chocolate. Es elegante y está claro que sabe de moda... ¿Cómo no me di cuenta el viernes? Iba demasiado bien vestido.

—Sí. —Responde Kristen. 

—Pues subamos primero y luego bajo yo. No tengo prisa. —Dice Ian.

—De acuerdo. —Responde Eleanor. 

Yo permanezco en silencio en segundo plano.

—Disculpe por mis comentarios Señor Graham. A lo mejor han sido algo desafortunados. —Dice Kristen. —Pero realmente me encantaría ese puesto.

Le gusta el riesgo. A pesar de estar presente se atreve a comentar lo sucedido delante de mí.

—No me pida disculpas a mí Señorita Lee. Pídaselas a su compañera. —Dice. —Y no he querido decirlo en la reunión para no ensañarme, pero su collar también es falso. Aristocrazy nunca hace esos cierres. Debería cuidar más sus estilismos si quiere dedicarse a esto. 

Eleanor y yo nos miramos. 

Las puertas del ascensor se abren en la planta baja. Ian sale.

—Buenos días, señoritas. —Dice despidiéndose.

Entonces, cuando las puertas están a punto de cerrarse a sus espaldas, casi sin pensarlo pongo la mano en medio para que se abran y me bajo.

—Voy a la cafetería. Necesito un café. —Excuso.

Pero en realidad lo que quiero es pillar a Ian y decirle un par de cosas. Corro tras él unos metros.  Es bastante alto y cada uno de sus pasos son como tres de mis pequeñas piernas.

—¡Ian! ¡Ian! —Digo agarrándole del brazo al alcanzarle.

Se gira y me mira asombrado.

—Señor Graham para usted, Señorita Greene.

¿Qué? Nos hemos emborrachado juntos hace tres días y hemos hablado de sexo. ¿No puedo llamarle Ian después de eso?

—Ya había olvidado lo raro que eras...—Digo suspirando. —Solo quería agradecerte la defensa que has hecho después de las palabras de Kristen. Es una arpía.

—No la he defendido a usted Señorita Greene. Era una defensa a la moda. 

—¡No me llames así! Me llamo Gigi, ¿o ya se te ha olvidado?

—Te dije que no quería nada serio Giselle. Mira, el viernes lo pasé genial, pero ya está. No somos amigos. Ha sido una casualidad encontrarnos aquí, pero eso no significa nada. Espero que nuestra relación sea puramente laboral.

—¿Qué? ¡Y es puramente laboral! No estoy pidiéndote salir, estoy dándote las gracias. Solo eso. Y no creo que haya nada de malo en tutearnos. Al fin y al cabo el otro día nos emborrachamos juntos...

—¿Sabías que era accionista de la revista?

—¡Pues claro que no! Me he enterado ahora mismo, igual que de la reunión y de los planes de Hallway.

Ian me mira desconfiado.

—¡Oh! ¡Vamos! ¿Crees que utilicé a Tess para llegar hasta ti y que me dieran el puesto? ¡Fue una cita a ciegas! Ni si quiera sabía tu nombre, ni tu edad, ni nada... Ha sido una casualidad. Siento que no entrara en tus planes todo esto. Pero tranquilo, no pienso molestarte más. —Digo firme.

—No creo que seas tan retorcida. —Dice. —Simplemente no quiero que esto interfiera ni en tu trabajo ni en el mío. Si realmente la moda es tu sueño, escribe el mejor artículo y consigue el puesto.

—Pues claro que lo haré. No pretendía utilizar nuestro encuentro para favorecerme... Y me da mucha pena que pienses eso de mí...

Ian suspira, pero su gesto sigue tan duro como antes. 

—Tengo que irme. Siento que todo esto haya ocurrido así...Gigi.

Se gira y se va. Y yo quiero llamar a Tess y decirle que por qué narices tuvo que presentarme a este bipolar. No entiendo nada. Acepta ir a una cita a ciegas, llega allí y decide que ya no quiere una cita, luego me lleva a ver la lluvia de estrellas como si fuéramos unos adolescentes y ahora me dice que no quiere saber nada de mí después de haberme defendido delante de todos. ¿Por qué narices no se aclara? 

Necesito una copa. O tres. O gritarle a alguien hasta quedarme sin voz. Creo que voy a subir a ver a Max. 

Él es el único hombre del universo al que entiendo...



 





Punto y seguido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora