11. Desayuno sin diamantes

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Llego a la mesa del fondo, donde Kristen y mi no-cita están sentados. Cuando me ven acercarme con la bandeja en las manos, ambos ponen cara de sorpresa, aunque no tanta como cuando la coloco en mitad de los dos y me siento con ellos.

Kristen cambia el gesto por uno más amargo.

—¿Qué tal chicos? ¿Desayunando? —Digo como si lo que estoy haciendo estuviera escrito en el libro de las reglas del comportamiento social normal, mientras comienzo a untar la mermelada en uno de mis croissants. Cada vez me parece más divertido todo esto.

—Giselle, me halaga tu repentina exaltación de la amistad y no es por ser grosera, pero el Señor Graham y yo estamos teniendo una conversación privada. —Dice Kristen, intentando guardar los modales. Supongo que no querrá quedar mal delante de Ian. —Si no te importa, ¿podrías desayunar en otra mesa?

—¡Oh! ¿Molesto? —Digo con un tono de falsa cordialidad. —No te preocupes. Termino con los croissants y me marcho. —Añado, mientras me meto un buen bocado en la boca. —Los de aquí son los mejores de toda la ciudad. —Digo con la boca llena y señalándolos. Sé que con lo delicada y fina que es Kristen, mi falta de modales (premeditada) le incomodará. Y eso me hace aún más feliz. 

—No. No molesta Señorita Greene. —Dice Ian, con gesto divertido, que acaba de atravesarme con sus ojos verdes, mientras se pasa la lengua por los labios tras tomar un sorbo de su café. —De hecho, insisto en que por favor nos acompañe durante el desayuno.

Kristen explotando en 3, 2, 1... Su cara no tiene precio. Me gustaría que pudierais verla.

—¿Sí? ¡Perfecto! ¡No hay nada que me apetezca más! ¿No vas a acabarte eso? —Le digo a Kristen, refiriéndome a una galleta con pepitas de chocolate que tiene junto a su vaso de manzanilla.

—No. Se me ha quitado el hambre de repente. Puedes comértelo si quieres. Total, no se te va a notar...—Dice. Esto último por lo bajo.

—Oh, no, gracias. Si sigo dándole de comer a mis muslos, no me cabrán en los pantalones. Por cierto, ¿de dónde son los tuyos? Parece que la tela estira bastante...—Contraataco. —Aunque bueno, no aburramos a Ian. —Digo a propósito, sabiendo que le molesta y me retracto por la osadía. No vaya a ser que el señorito se enfade por tutearle. Ya me lo dejó claro, pero a mí me gusta jugar con fuego...—Quiero decir, al Señor Graham. ¿De qué hablabais antes de que llegara? —Pregunto mirando directamente a Ian.

—Nada importante. —Dice. —Hablemos de lo que quieras, Giselle. —Añade, haciendo hincapié en el "tú" y con un tono jodidamente sexy. ¡Oh! Amigo, acabas de darme vía libre...

Cuando aún no me he repuesto de la bipolaridad de Ian, Kristen taladra mis oídos con su timbre. Giro la cara para ver qué dice esta arpía.

—Hablábamos del artículo. Le acabo de contar al Señor Graham que ya lo tengo todo planeado. Se me da bastante bien trabajar bajo presión. ¿Y tú Greene, tienes ya pensado algo? 

—No. La verdad. Aún no. Quiero meditar bien mis ideas para no precipitarme. Me gusta el trabajo bien hecho. Soy muy perfeccionista. —Digo.

Ian observa la conversación en silencio. Creo que en el fondo disfruta de nuestro conflicto y eso me da mucha rabia. Me encantaría decirle lo idiota, bipolar y...horriblemente atractivo que es. Y que por eso le estoy empezando a odiar...

—¡Oh! Se me ocurre una idea. ¿Por qué no hablas sobre las rebajas de este año? Creo que se te dan genial las gangas, ¿verdad? Es normal, hay que ajustar la vestimenta al presupuesto de cada uno... —Dice maliciosamente Kristen.

Punto y seguido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora