28. Musas

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El taxi acababa de dejarnos en la puerta de la sede de Monky, en el centro de Klein. La inmensa fachada de la tienda, ha sido decorada de forma elegante con flores y luces que iluminan todo a su paso. Una alfombra roja se ha desplegado sobre la pequeña escalinata de entrada. Por un instante Kate y yo nos sentimos como unas verdaderas estrellas de Hollywood.

Son las ocho y media. La prensa y los otros medios invitados, estamos citados un poco antes de tiempo para prepararnos para la llegada de los personajes verdaderamente importantes.

Kristen se ha pasado esta mañana unas veinte veces por mi cubículo para recordarme que debía ser puntual y que por favor no llevara puesto nada de Zara. Lo que no sabe es que llevo en primicia uno de los vestidos de la colección. Puede que ella lleve algo de "Monkey" en lugar de Monky.

Subimos la escalinata y entramos a la tienda. Si el edificio en su exterior ya es lo suficientemente espectacular, no podemos mantener la boca cerrada al ver la decoración de dentro. Todo está cambiado. Los percheros y los burros de ropa que había habitualmente en la tienda, han dado paso a un espacio amplio de luz tenue y decorado de estilo moderno. Es un verdadero local de fiestas.

Nada más entrar, a la derecha, hay un photocall con la firma de Steve Ray y el sello de Monky. Frente a él están empezando a colocarse los primeros fotógrafos. Aunque la OMG es la principal revista invitada, otros medios también se han interesado por el evento.

Puedo ver a Kristen esperando tras la marea de cámaras. No para de agitar el brazo de forma enérgica para intentar llamar mi atención.

—Hola Kristen.

—Hola Giselle. —Responde mirándome de arriba abajo. —¿En qué tienda de segunda te has comprado ese trapito? Desde luego no esperaba otra cosa de ti.

Una risa maligna me invade. No puedo esperar a que se dé cuenta de que está criticando el trabajo de Ray. Kate me mira esperando una respuesta épica, pero paso. Prefiero que ella misma se percate.

—¿Sabes dónde tenemos que colocarnos? —Pregunto, ignorando su perverso ataque.

—Cuando vayan llegando los invitados, les esperaremos al final del photocall. Tú y yo somos las únicas que vamos a entrevistarles, así que se pararán unos minutos para hablar con nosotras antes de entrar a la fiesta.

A lo largo de la semana hemos intentado ponernos de acuerdo para repartirnos el trabajo. Escribir un artículo entre dos personas no es una tarea sencilla. Kristen se ofreció para ser ella la que hiciera las entrevistas y de esa forma manejar la información y el contenido, asumiendo yo la tarea de redactar y corregir el artículo. Pero obviamente me negué. No estaba dispuesta a ser su conejilla de indias. Así que tras muchas disputas y tiranteces, acordamos que nos turnaríamos y que así cada una haría las preguntas a uno de los invitados, de forma aleatoria. Y después ya nos las arreglaríamos para escribirlo.

—Perfecto. —Digo.

—¿Sabes algo de Max? —Pregunta ella entonces.

¿A qué viene ahora lo de preguntar por Max? Mi querido amigo lleva una temporada que parece haber olvidado la existencia de la coreana y yo estoy más feliz que una perdiz. Aunque, siendo sinceros, cambiarla por Kate tampoco ha sido lo mejor que ha podido hacer. Sin desmerecer a mi amiga a la que quiero con locura.

—¿Qué ocurre con Max? —Dice Kate, que había permanecido en silencio todo el tiempo. No traga a Kristen por todas las cosas que Max y yo le hemos contado, así que ha debido estar mordiéndose la lengua hasta ahora.

—¿Cómo que qué ocurre? Bárbara me ha llamado antes para decirme que Max es el fotógrafo que cubre el evento con nosotras. Por lo visto Marcus, el becario multiusos de los jueves ha tenido alguna clase de accidente. ¡Qué momento más oportuno! ¿no? —Dice, demostrando una vez más que dentro de ese cuerpecito no tiene corazón.

Punto y seguido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora