30. San Francisco

361 46 7
                                    

Salgo triunfante de los probadores. No sabría decir cuál de mis encuentros con Ian ha sido mejor y más exótico. ¿El capó de un coche y los probadores/roperos de una de las fiestas más esperadas de Klein? ¡Oh sí! Mi vida sexual está dando pasos de gigante en el último mes. Lo cierto es que, aunque no estoy acostumbrada a tanto excentricismo, ha sido bastante emocionante. No todos los días se divierte una tanto con un hombre tan apuesto y varonil como Graham. ¿Apuesto y varonil? Sí, son los términos que usaría Eleanor en uno de sus artículos intentando describir los encantos de George Clooney, o puede que incluso mi abuela. Mejor digamos que está como un tren, o como un queso. ¡Como un tren recubierto de queso! Y no penséis que soy tan fetichista, yo incluso me conformaría con hacerlo con él en una cama. Todos los días. El resto de mi vida. Porque siendo honesta, si es capaz de hacerlo así de bien de pie, no ni quiero imaginármelo en horizontal y en un sitio en el que deje de clavarme elementos metálicos en todas partes.

Bajo de la nube en la que estoy y busco a mis acompañantes. Lo que queda de noche tengo que centrarme en el artículo o al menos en pasarlo bien con mis amigos. Va a ser una tarea difícil, pero no se puede desperdiciar una fiesta como esta, con comida y bebidas gratis.

Veo a Kate, Kristen y Max al fondo de la sala. Parece que han debido alzar bandera blanca desde que me fui y que la guerra ha quedado en una pequeña batallita más para contar cuando volvamos al cubículo.

Me acerco a ellos.

—¡Hola! —Digo con cierta alegría, para romper la tensión.

Kate me atraviesa con la mirada. Está con los brazos cruzados y algo seria.

—¿De dónde vienes? Te hemos estado buscando.

—He ido a dar una vuelta. —Digo disimulando. —Para ver si encontraba alguna buena entrevista o podía recopilar algo de información.

—Ya... —Dice Kate mostrando desconfianza. Su instinto nunca le falla. Sabe que miento.

—¿Qué tal por aquí? —Pregunto.

—Bien. Nada nuevo. —Dice Max.

—¿Te has enterado de algo interesante para el artículo? —Cuestiona la coreana.

Niego con la cabeza.

—Aquí no hay mucho más que hacer. Creo que me iré a casa. Y tú deberías hacer lo mismo, mañana tenemos que empezar a redactar el artículo y no me apetece aguantarte con resaca. —Añade tajante y algo malhumorada.

Después se gira y se marcha.

—¡Oh! ¡Gracias al cielo! —Suelta Kate. —No podía aguantar ni un segundo más al lado de esa...

Max no le deja terminar la frase.

—Calma Kate. Respira. —Dice.

La brasileña refunfuña pero le obedece. Después me mira y frunce el ceño. Me recorre con los ojos de lado a lado. Trama algo.

—¿Qué pasa? —Digo al ver que me analiza.

Max la mira también, extrañado.

—Tienes cara de sexo.

—¡Qué! —Exclamo. —Yo...yo... ¡Claro que no!

—¡Sí, sí, sí! Tienes el pelo revuelto y....—Se acerca a mí y me olisquea. —¡Hueles a perfume de hombre!

—¡No digas tonterías! —Insisto.

Punto y seguido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora