Capítulo 34-

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2 Meses después...

Me encontraba corriendo de un pasillo a otro, él estaba detrás de mí "De nuevo". Sabía que en el único lugar donde podría estar -o al menos sentirme- segura era en los baño, así que corría como si mi vida dependiera de ello.

En el fondo sabía que esto no podría seguir así, tendría que enfrentarme a él tarde o temprano. En éstos últimos dos meses he tratado de evitar a Alexander a toda costa, de vez en cuándo trataba de alcanzarme para hablar conmigo como en éstos momento, sin embargo siempre le lograba evadir de una manera u otra.

Logré alcanzar el baño y cerrar la puerta, el lugar siempre me daba un poco de miedo pues casi siempre se encontraba desierto, y ésta no era la excepción.

Me dirigí al lavamanos y me puse frente al espejo. Mi cabello estaba revuelto de tanto correr y mi maquillaje comenzaba a caerse por el sudor, me daba asco a mi misma.

Abrí el grifo y me lave la cara, el agua estaba helada, aunque no me importaba mucho. Escuché la campana de la universidad tocar, lo que significaba que tenía que entrar a clase otra vez.

Abrí la puerta y en un instante los poblados pasillos se convirtieron en unos solitarios y tenebrosos. Puse los pies fuera del baño y cerré la puerta, no quería llegar tarde. Logré dar diez pasos de distancia, pero antes de poder llegar al once sentí una mano sujetar mi brazo de una forma muy violenta. Antes de darme cuenta estaba pegada contra la pared, y Alexander sujetando mi cuello.

-- ¡¡¡Ayuda!!! --grité con la esperanza de que alguien me oyera, pero rápidamente puso su mano en mi boca.

-- Voy a quitar mi mano ¡Y ojalá que grites de nuevo! ¿De acuerdo?

《¡¡¡¿Me estaba amenazando?!!!》Un terrible miedo inundó mi cuerpo, me sentía como si tuvieran un arma apuntando a mi cabeza, al menos aún no he llegado a éso. Asentí rápido con la cabeza y lentamente quitó su mano de mi boca.

-- Ya déjame en paz ¿Puedes? --supliqué.

-- No hasta que hablemos. --Me quedé en silencio, en la posición que me encontraba, creo que era lo mejor para mí--No soy quién tu crees, yo no he hecho nada.

-- ¿Nada? Sólo arruinaste mi vida social, me mentiste y asesinaste  a mi mejor amigo --me le enfrenté a cara, no era la mejor idea del momento, pero ¿con quién pensaba que hablaba?

-- Vane, es cierto, yo tuve que ver con ése mensaje en Facebook y los demás hackeos en tus cuentas, pero te juro por mis difuntos abuelos que no soy un asesino --seguía hablando con súplica, incluso pensé por un momento que se iba a arrodillar.

-- Entonces imagino que sabrás quién fue ¿no?

Ya no sentía miedo, de hecho ¡Hasta me sentía confiada de hablarle de tal manera! Es como si supiera que no me haría nada, a pesar que no había nada que me asegurara aquello. El sólo bajó la cabeza, lucía...apenado.

-- Sí, lo sé pero...

-- Pero nada, no sé si es verdad o mentira lo que dices, y la verdad me importa muy poco, lo que me importa es que me mentiste, y éso no lo perdonaré --sentencié para luego alejarme.

Miré hacía atrás para ver si me seguía. Estaba quieto, sin moverse. Aunque me parecía extraño no iba a desaprovechar la oportunidad, así que aceleré el paso hasta perderlo de vista.

Salí de la universidad sin que ninguno de los profesores que rondaban por el lugar me viera, dirigiéndome a la línea de taxis mas cercanas. No me importaba faltar a la última clase del día, he sido una alumna ejemplar éstos últimos dos meses. Además, podía pedirle los apuntes a Sofía al final del día, ahora sólo quería ir a comer algo.

La línea de taxis quedaba a unas dos cuadras de la universidad. Tenía suficiente efectivo para ir y venir en el taxi. Iría a la cafetería mas cercana, pediría un café mediano, permanecería ahí unos veinte minutos, y volvería antes de que se dieran cuenta.

Pero éso nunca ocurrió.

Es increíble como las personas planean todo con detalles tan definidos, sin tomar en cuenta las variantes de la vida. Como yo. Que no pensé que a cincuenta metros de la línea de taxis alguien se pondría a mi lado y me apuntaría con un arma en la cabeza.

Hice una lista mental de todas las cosas valiosas que llevaba conmigo. Mi teléfono, un reloj...el brazalete de oro. Las demás cosas podía recuperarlas en cualquier parte, pero el brazalete fue un regalo de una persona muy importante para mí y que nunca volvería a ver. Por instinto le tiré mi bolso y me llevé las manos a la espalda, con la esperanza de que no viera el brazalete de oro.

-- Bien, al menos conoces tu posición aquí --me dijo sonriente mientras revisaba mí bolso.

Tenía la esperanza de que alguien se acercara y me ayudara, pero nunca lo hicieron. Sólo veía una que otra mujer que al ver el arma corría en la dirección opuesta. Me tomé unos segundos para observar aquella persona, no lo podía detallar mucho ya que llevaba un pasamontañas, pero por sus manos se podía apreciar que era de tez oscura.

Cuándo creí que ya todo iba a terminar, que tomaría el bolso y se iría corriendo, observó mi muñeca. Miré hacía el suelo derrotada, lo había descubierto.

-- Entregame el brazalete --ordenó de forma seca, no parecía el tipo de persona para establecer una conversación.

No lo pensé, y me arrepiento de ello. El miedo de perder lo que quedaba de mi mejor amigo me impulsó a correr como nunca antes lo había hecho, pero lamentablemente no logré ser mas rápida que una bala.

Lo único que recuerdo antes de caer en el piso fue un insoportable dolor en el costado. El dolor se fue desvaneciendo poco a poco, pero no era porque estaba mejorando.

Era porque estaba quedando inconsciente.

Enamorada de un StalkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora