Cuando se cumplió un año de la muerte de Paul, pasé todo el día en la cama. No quería ver a nadie, no quería pensar.
-¡He dicho que no! ¡No iré a ensayar! ¡Estoy de luto, maldita sea!
-Pero John...
Colgué sin decir otra palabra. ¿Acaso nadie piensa en mí? Sólo quiero un día de paz, no estoy pidiendo mucho.
Dormí un par de horas más, oí que Cynthia me decía que iría a casa de una amiga, o tal vez lo soñé. Seguía durmiendo tranquilamente cuando sentí que alguien me golpeaba débilmente la cara.
-¡Papá, papá, papá, papá!
Cada "papá" era un manotazo que me hacía despabilar. Creo que fueron como veinte.
-Papá está cansando...
-Tengo hambre, papá. ¿Me haces el almuerzo, papá?
Como si quedara duda de que Julian es mi hijo. En serio ¿qué tiene con la palabra "papá" este niño?
-Ya voy...
En mi tiempo libre había aprendido algunas cosas sobre cocina, pero le hice unos sandwiches a Julian porque no tenía ganas de cocinar algo elaborado. Igual le gustaron.
Pasé el resto de la tarde escribiendo y componiendo hasta que me aburrí y llamé a Yoko. Cuando también me aburrí de hablar con ella, entré en pánico. Nunca me aburría de hablar con ella ¿qué me pasaba?
Decidí salir a caminar con Julian, algo que nunca había hecho. Él estaba muy emocionado por salir, y me contagió algo de su alegría. Agarraba mi mano izquierda con su derecha, mientras su izquierda sostenía una pelota de fútbol que insistió en llevar. Caminamos hasta un parque vacío, para mi tranquilidad. No estaba dispuesto a soportar fanáticos acosadores.
Jugamos con la pelota hasta que era de noche y Julian comenzó a bostezar. Lo cargué y emprendimos el rumbo a casa.
-Papá...
-¿Mm?
-El tío Paul está raro...
-¿Raro? ¿Por qué dices eso?
-Un día lo vi leyendo y tachando palabras en una hoja, y cuando me vio la guardó para que no la viera. En otra ocasión se miraba en el espejo, tratando de imitar una foto suya.
-Bueno...Creo que el tío Paul no quiere aceptar que está creciendo. ¿Sabes? Creo que por siempre tendrá esa cara de bebé, no importa su edad. Me parece muy...
Jules se había dormido en mis brazos. Cuando levanté la vista, supe que no estaba en mi casa. Mis pies me habían llevado a la antigua casa de Paul. Me daba flojera seguir caminando, estaba cansado y además temía que me robaran o algo así, por lo cual entré a la casa. Lucía exactamente como la recordaba: grande, acogedora y con hermosos adornos. Paul tenía un gran gusto.
Es decir, me eligió a mí. Obviamente tenía un gran gusto.
Acosté a Julian en el sofá y lo cubrí con una manta que había por ahí. En la chimenea había unas cenizas, que aún emitían pequeñas chispas de color rojo. ¿Y si alguien vivía aquí ahora? ¿Cómo podía explicar la razón por la cual estaba en la casa que le pertenecía a mi mejor amigo?
Un ruido en el piso superior me provocó un escalofrío que subió por mi espalda. Haciendo el menor ruido posible, subí las escaleras. Mi corazón latía desenfrenado, el ruido provenía del cuarto de Paul y no sabía lo que me esperaba en el otro lado. En vez de entrar, apoyé la oreja contra la madera y me dediqué a escuchar.
-Te crees muy lindo ¿eh? ¡Pero nadie es lindo sin cabeza! Tú perdiste la cabeza, así que perdiste tu belleza. ¿Me oyes? ¡La has perdido! ¡Yo soy tú ahora! ¡Yo soy mejor!
Quería salir corriendo, pero las piernas no me respondían. Esa voz pertenecía a William.
-Ya casi lo tengo, casi lo tengo en mis manos. Al fin mi sueño se hizo realidad, y sólo tuve que cortar esos malditos frenos...-rió de forma macabra-Ahora él será mío, como debió haber sido desde el principio. Pero no pudo ser así porque tuviste que intervenir, idiota. ¡Te odio! ¿Me oyes? ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio!
Mientras gritaba oía como si estuviera clavando un cuchillo en un papel, probablemente una fotografía de Paul. Estaba aterrorizado. William era un psicópata, eso era seguro. ¿Cómo es que detrás de esa fachada de hombre tranquilo y callado se oculta semejante faceta? Lo único que sabía era que debía huir cuanto antes.
Pero antes de que pudiera moverme, la puerta se abrió y caí de bruces al suelo.
-William...Y-yo...No quise...
Me detuve al ver en lo que se había convertido la habitación de mi amado. Había fotos suyas en todas las paredes, en todas sus épocas. Había fotos que ni yo había visto. Casi todas tenían cuchillos clavadas, cruces en los ojos y sangre pintada con marcador rojo.
Quiero creer que era marcador rojo.
En la pared del fondo vi una gran pizarra de corcho. En ésta había muchas hojas escritas, unidas por chinches. Alcancé a leer algunas fechas y pequeños párrafos, como si fuera un diario.
Como si William llevara años acosando a Paul, espiando sus movimientos y escribiéndolos.
Todo me parecía una horrible pesadilla. Quería despertar y que mi Paulie me tranquilizara como sólo él sabía hacerlo. Que me dijera que todo estaba bien y acariciara mi cabello hasta que me volviera a dormir.
Con su imagen en mi cabeza, perdí la consciencia y me hundí en el maravilloso mundo de la mente.

ESTÁS LEYENDO
Faul [McLennon]
De TodoJohn Lennon conoció a Paul McCartney el 6 de julio de 1957. Fueron mejores amigos y pareja, pero diez años después, un 9 de noviembre Paul sufrió un trágico accidente automovilístico que terminó con su vida. John, destrozado, debe continuar sin su...